10 canciones buceando en la basura

Nancy & Lee

En el mundo de la música, como en todas las disciplinas artísticas, entre lo excelso y lo deleznable hay una enorme escala de grises. Es en ese territorio intermedio de gustos donde habitualmente nos movemos todos.

Pocos serán los que sólo reconozcan escuchar los más finos movimientos de Mozart al calor de la chimenea mesándose los bigotes y asintiendo con los ojos entreabiertos de forma embelesada ante la entrada de los violines copa de Oporto en mano. Sin llegar tan lejos, en la música popular sucede lo mismo, no todos los días nos apetece escuchar las delicadas armonías vocales de Left Banke o la desgarradora voz de Billy Holiday. Hay veces que el cuerpo nos pide guerra y es por ello que hoy nos apetece sumergimos en el fango.

Vamos a hablar de los grandes iluminatis de la industria musical. Vale, puede que dentro de esas grandes esferas que escogen lo que suena en Los 40 principales pulule algún especimen que pueda ser catalogado como buena persona. Esas gentes que mejoran la sociedad, que contribuyen con las ONG y no solo porque desgravan al fisco, e incluso que ayuden a ancianitas a cruzar la calle. Sí, puede que haya alguna, no puedo confirmar lo contrario pero tengo que reconocer que lo dudo y lo dudo mucho.

El negocio musical, el negocio, sí, no los cuatro colegas que montan un sello por pasión y ganas de pasar el rato, es una de las profesiones más onerosas, despiadadas y ruines que nos ha dado la civilización moderna junto a otros grandes trabajos como agente bursátil, alcaide, tertuliano, tuno o asesor de imagen de futbolista de éxito. Por culpa de algunos de esos energúmenos de la industria algunos de los más influyentes músicos del siglo XX como Bo Didley, murieron sin haber disfrutado del reconocimiento económico que les debería haber rendido su talento. Pete Ham y Tom Evan de Badfinger decidieron terminar con sus vidas tras no ser capaces a soportar más las perrerías de un mánager que les había arruinado la vida. Más recientemente, un Leonard Cohen ya anciano tuvo que volver a los escenarios tras haber sido también estafado por su mánager y pareja. La lista de casos es prácticamente infinita y el despiadado patrón acostumbra a ser parecido. ¿Os parece suficiente? Pues eso es lo de menos. El problema de la industria no es su conducta empresarial y corporativa, fría, despiadada e implacable que aplica sus doctrinas comerciales con puño de hierro, no. El verdadero problema es el mal gusto que se gastan los muy cabrones.

Imaginaos a Velázquez entregando unas flamantes Meninas aún con la pintura fresca a un Felipe IV que levanta la vista del cuadro con el ceño fruncido y contesta “no, no, ponle más pistacho que este año es lo que se lleva en la corte. ¡Ah! Y lo quiero para ayer”.

La cantidad de atentados al mal gusto pergeñados sin el menor atisbo de rubor, intromisiones disciplinarias y consejitos avergonzantes con la única intención de aumentar las ventas a toda costa cometidos por los adalides de la industria son incontables y las técnicas para ello son infinitas. En este triste panorama existe una que destaca sobre todas las demás y representa el paradigma perfecto del mal gusto además de llevar irremisiblemente al músico a la total abdicación sobre el mínimo de independencia exigible a alguien que dice llamarse artista. Sí, me imagino que ya os habréis dado cuenta: se trata de los discos de duetos.

Es difícil saber cómo surgieron, o mejor dicho, como llegaron a convertirse en lo que ahora significa esa dichosa palabra tan hortera que solo pronunciarla produce respingos y provoca diabetes. Los así llamados duetos. El rock and roll y otros estilos que contribuyeron a la formación de éste como el blues, el jazz o el gospel, se basan en patrones de llamada y repuesta que son ideales para cantar a dos voces. En los años 50 montones de dúos almibarados pusieron música de fondo a una nueva generación de adolescentes que por primera vez disponían de dinero para gastar en hobbies tales como la música, materializada en singles a 45 RPM. Poco después, en los primeros 60, Motown exprimió a sus grandes figuras y los fue rotando en un orgía de permutaciones que alumbró algunas de las más grandes joyas jamás grabadas en la música Pop. Stax intentó seguir el ritmo y aprovechó el tirón de sus excelentes músicos y de la química que surgía entre ello combinándolos con acierto. A partir de ahí, en algún punto más o menos indeterminado, algo hizo clic y los dúos pasaron a ser duetos y una nueva definición desembarcó en nuestro imaginario colectivo.

Con los años llega el desgaste y con ello la decadencia. Truños como el de Michael Jackson con Paul McCartney, o la innecesaria versión del Dancing In The Streets por David Bowie y Mick Jagger, alumbraron el dueto moderno que en lugar de conjugar dos voces de forma armoniosa para mejorar el producto solo tenía como función el ardid publicitario de llamar la atención al público ante la unión de dos artistas famosos, uno de los cuales acostumbraba a estar en horas bajas.

Claro ejemplo de que a veces menos es más

Tina Turner pasó de cantar con Ike o con la gran Ann Margret a hacerlo con Eros Ramazotti. Cher que fue pareja musical y sentimental de Sonny Bono pasó a colaborar con Lady Gaga. Desde los 70 hasta los inciertos tiempos que nos ha tocado vivir, el fenómeno de los dúos/duetos han transitado desde unos mínimos de honrosa calidad a un descenso a los infiernos que se ha realizado esquiando suavemente sobre toneladas y toneladas de caspa. Esta piel muerta capilar sigue generándose día a día gracias a un atajo de ejecutivos apoltronados en despachos de rascacielos angelinos, que con la mirada vidriosa y henchidos de testosterona y cocaína a partes iguales, se sienten la mar de ocurrentes al pegar un puñetazo en la mesa al grito de “¿y si juntamos a fulanito con menganita?”

Afortunadamente, como decíamos al principio, aquí la intención es mancharnos las manos sumergiéndolas en el fango hasta los codos y rescatar entre tanta ponzoña e inmundicia algunos temas que lejos de esas voces especializadas en duetos como son ahora las de Raphael, Tony Bennet o Shakira, cumplen de lejos los requisitos necesarios para ser consideradas grandes canciones por sí mismas. Juzguen ustedes.

Mickey & Sylvia – Love Is Strange (1956)

Número uno en las listas de R&B del Billboard, Love Is Strange fue en realidad compuesto y grabado por Bo Diddley unos pocos meses antes. Desafortunadamente, el pobre Bo no lo llegaría a publicar hasta cincuenta años después lo que le privaría una vez más de la gloria. Hay que reconocer en cualquier caso que el tema les venía como anillo al dedo a Mickey & Sylvia que explotando la sensualidad de la canción llegaron mucho más lejos que otros que también la versionaron

Mickey y Sylvia blandiendo guitarras.

como Buddy Hollie o los Everly Brothers. Ya en los 80 serviría de fondo musical a los magreos de Patrick Swayze al ser incluida en la banda sonora de Dirty Dancing.

Ike & Tina Turner – It’s Gonna Work Out Fine (1961)

Vamos a ver ahora un ejercicio de justicia poética. Nadie en su sano juicio podría restar mérito a esa apisonadora sobre el escenario llamada Tina Turner ni al valor compositivo de Ike pero en este tema Sylvia Robinson (sí, la misma de la canción anterior) hizo los arreglos, las labores de producción e incluso tocó la guitarra. Y no se lo pierdan: Mickey Baker (exacto, ese mismo Mickey) cantó las voces masculinas y tocó la guitarra en la canción. Por si fueran pocos los ingredientes repetidos en la historia Sylvia & Mickey también grabaron el tema en 1960, un año antes que Ike & Tina pero no fue hasta 1990, la friolera de treinta años más tarde cuando vería la luz.

Inez & Charlie Foxx – Mockingbird (1963)

Mockingbird, compuesta y grabada por los propios Inez y Charlie Foxx, hermanos oriundos de Carolina del Norte pertenece al género de las novelty song, o dicho de otra manera, una canción humorística sin mucho sentido, que agrupa un género popularizado por el Tim Pan Alley al que se llegarían a adscribir músicos de la talla de Chuck Berry, Frank Zappa, Sam The Sham, La Trinca o Puturrú de Fua. Y todavía habrá alguno que niegue la decadencia de esta época que nos ha tocado vivir.

Marvin Gaye & Kim Weston – It Takes Two (1965)

Poca gente ha llegado tan lejos en el mundo de los duetos (y nadie con tanto tino) como Marvin Gaye. Grabó sucesivamente con Mary Wells, Kim Weston, Tammi Terrell y Diana Ross. De todas sus partenaires el mayor éxito lo consigo junto a la malograda Tammi Terrell. En realidad, los cambios de Marvin se debían al abandono de sus parejas. Primero Mary Wells, artista de ventas millonarias, acabó por denunciar a Motown. La sentencia le permitió abandonar el sello tras anularse el contrato por haber sido firmado siendo menor de edad. La propia Weston dejaría Motown también insatisfecha por unas nefastas condiciones económicas que contrastaban con los desorbitados ingresos que entraban en las arcas de la discográfica. Antes, grabaría con Marvin su único disco de duetos que incluye este It Takes Two. Años más tarde, Tina Turner y Rod Stewart, dos de los mayores expertos en duetos de la escena musical, juntarían sus fuerzas para desgraciar la tonada en una descafeinada versión de 1990. ¿Era necesario?

Otis Redding & Carla Thomas – Tramp (1967)

Siguiendo la estela del éxito de Marvin Gaye en Detroit, el dúo de Otis Redding con Carla Thomas supuso el contraataque desde Nueva Orleans. Si en los discos de Motown los Funk Brothers eran la banda de apoyo, King & Queen fue grabado en 1967 en los estudios de Stax con los habituales MG’s de Booker T. y Steve Crooper como músicos de sesión, casi nada. Uno de los singles de este disco fue Tramp, una auténtica pimpinelada (en el buen sentido, claro) que supuso el último LP de Redding antes del accidente de avión que le costaría la vida pocos meses más tarde.

Lee Hazlewood & Nancy Sinatra – Some Velvet Morning (1967)

Some Velvet Morning es a juicio del que escribe estas líneas, una de las canciones más turbias, oscuras, indescifrables pero también extrañamente bellas de los años sesenta. Concebida y grabada para el especial televisivo de Nancy “Movin’ with Nancy” contó con The Wrecking Crew como banda de respaldo y especialmente con Billy Strange, eterno colaborador de Hazlewood, que manejó a su antojo a la sección de cuerdas además de componer la introducción. La letra está basada en el mito griego de Phaedra lo que le aporta un añadido de misticismo a la canción, si se puede llamar así a una letra tan absolutamente incomprensible como el vídeoclip que la acompañaba. El propio Hazlewood reconoció que ni él mismo sabía de qué iba y Nancy Sinatra solía introducirla en sus conciertos diciendo “llevo cantando esta canción más de veinte años y todavía no sé de qué coño habla”.

Johnny Cash & June Carter – It Ain’t Me, Babe (1967)

Como la foto de boda de nuestros padres.
Como la foto de boda de nuestros padres.

A Dylan y a Cash siempre les ha unido una estrecha amistad desde prácticamente el inicio de la carrera de Dylan cuando Cash, que ya contaba con fama y reconocimiento en CBS le ayudó a formalizar el contrato. Hasta la muerte de Cash en 2003 trabajarían juntos en varias ocasiones entre las que destaca un proyecto abortado de disco conjunto grabado durante las sesiones del Nashville Skyline (1969) del que se rescataría una nueva versión del Girl from the North Country que abriría el disco. Dos años antes, Cash se atrevería con el clásico It Ain’t Me, Babe junto a su mujer de toda la vida June Carter, en el primer disco que grabaron juntos. El
mismo tema sería de nuevo interpretado por ambos en una emotiva versión en el concierto grabado, filmado y publicado en 1993 para celebrar el 30 aniversario de la carrera de Dylan en la música. Es curioso ver ahora que han pasado casi otros 30, como muchos de esos participantes en el homenaje como los propios June Carter y Johhny Cash pero también Lou Reed, Johnny Winter, Richie Havens, George Harrison, Tom Petty y la casi totalidad de The Band han abandonado el edificio mientras el viejo Dylan sigue lanzando discos. Como no publique rápido su propio disco de duetos va a tener que grabar él mismo las dos voces.

Iggy Pop & Kate Pierson – Candy (1990)

Kate Pierson ha sabido explorar su voz en un sinfín de duetos como fueron los que grabó junto a REM, los Ramones o Matthew Sweet. Candy abría el Brick By Brick de Iggy Pop y resultó un éxito comercial tremendo, probablemente el mayor en la carrera de ambos hasta entonces. Además, sirvió de pistoletazo (ejecutivo ojo avizor mediante) para que Pierson un año después retornarse al dueto y grabase el melocotonazo Shiny Happy People, tema más exprimido en la radiofórmula que un limón. Siempre nos quedarán los B-52.

Nick Cave & Kylie Minogue – Where the Wild Roses Grow (1995)

¿Quién hubiese podido averiguar que Kylie Minogue, cantante de olvidables éxitos discotequeros y promocionada por la industria como la nueva Girl Next Door haría un dueto con el cantante de los Boys Next Door? Esta colaboración, incluida en el Murder Ballads (1996) vendría acompañada de otras como la de PJ Harvey, Shane MacGowan o Anita Lane. Cave se muestra muy cómodo en un registro que parece gustarle a tenor de las interpretaciones en directo e incluso del videoclip producido para la ocasión. Sin duda una extraña pareja. Por cierto, ojito a la versión del Cosmic Dancer que Cave ha publicado este mismo año en este olvidable salvo excepciones tributo a T-Rex bajo el nombre de AngelHeaded Hipster: The Songs of Marc Bolan and T Rex.

The Fleshtones & Mary Huff – For A Smile (2014)

Por último, dos predilecciones personales. Se trata de la unión de The Fleshtones, única banda de la quinta del CBGB que no ha parado de tocar ni de grabar ni un solo año desde su formación en los 70 junto a Mary Huff, de los Southern Culture On The Skids. Años antes, otro miembro de los SCOTS, Rick Miller, ya les había producido al grupo de Peter Zaremba el maravilloso Do You Swing (2003), primero del resurgimiento que supuso para los Fleshtones el fichaje por Yep Roc. La colaboración con Mary Huff que rescata el lado más Pop y melódico de éstos, sirvió como single de adelanto al muy interesante Wheel Of Talent (2014). La cara B Incluye Everywhere Is Nowhere, inédito en el LP, que bien merece una escucha.

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