Donuts vs Ducados

Pixies

Los Pixies son una banda que actualmente arrastra su legado allá por donde les dejan. Continúa leyendo para saber qué (o mejor dicho, quién) les llevó a lo más alto y qué maldición les echó de su trono a gorrazos y hace que se arrastren por salas de aforo medio sin visos de un futuro mejor. Mientras tanto, en un universo paralelo de heroína por correo y trujas encadenados…

Black Francis sucks. Kim Deals rules. Así se podría resumir este amago de artículo en el que Beethoven es comparado con los Pixies y una bajista feminista pasa por encima de un guitarrista zampabollos.

La teoría es tan sencilla como fallída: los Pixies fueron una de las bandas interesantes de finales de los ochentas y principios de los noventas. La cabeza pensante de la banda es el cantante, que también es el que más canciones firma. Le acompañan un guitarrista filipino, un batería-mago con problemas de adicción y una bajista con más problemas de adicción y una voz de terciopelo de fumadora compulsiva.

El gordinflas cantante acaba hasta las pelotas de convivir con tarados, magos y peña maniaco-compulsiva en general, se le inflan los egos, se pira y empieza a sacar discos en solitario. Que si los discos en solitario son diferentes a lo que quería hacer con los Pixies, que si la abuela fuma.

El guitarrista y baterista desaparecen de la faz de la tierra. El guitarrista se hace informático y el baterista vuelve a los juegos de magia y entre otras cosas, hace desaparecer botellas de güisqui.

La bajista, divorciada de grupo y marido, se junta con alguna de las amigas que ha hecho durante sus años con los Pixies y crea otra banda, The Breeders.

Una vez puesto cada uno en su sitio, el gordinflas necesita pasta y vuelve a reunir a la banda. La cosa empieza bien, pero tras un breve lapso, vuelven a surgir los problemas que nunca se habían ido y la bajista vuelve a marcharse. Los Pixies vuelven a sacar discos, pero nunca acercándose a los discos que sacaron en su primera encarnación.

No hace falta ser muy listo para deducir que cuando el gordinflas tiene a su bajista cerca, algo pasa en su cerebro y de alguna manera consigue escribir muchas y muy buenas canciones, pero cuando ésta se aleja, la cosa baja, si no en cuanto a cantidad, sí en cuanto a calidad. En cambio, la bajista es totalmente independiente de su abigarrado compañero, y escupe canciones, no al ritmo del Negro Francisco, pero si a velocidad suficiente como para sacar cinco discos de canciones simples de primeras, pero llenas de detalles a descubrir con cada nueva escucha, con su voz de terciopelo nicotínico y el aire misterioso que se respiraba en esos primeros discos de los Pixies, ese pasar del susurro al grito en menos de un compás, algo que, por cierto, no inventaron ellos por mucho que intenten vendernos la moto; un tal Ludwig van Beethoven ya utlizaba el recurso con resultados bastante más complejos que los de nuestros duendes, pero esa es otra historia que no pinta nada aquí más que confirmar que en este artículo se habla de Beethoven, como anunciaba en la entradilla. 

Tras haber metido a Louie Beethoven con calzador, por fin puedo rematar el texto destacando lo obvio: Kim Deal era el duende de los Pixies y zampabollos sin ella no tiene sustancia ni mucho interés más allá de ver si con alguna canción nueva consigue desmontar esta teoría de quinta que hemos desguazado en estas lineas. Kim siguió su camino tras su paso por los Pixies, sin escándalos ni titulares y a día de hoy ha demostrado a quien preste atención, quién tenía la llave maestra en los Pixies.

3 comentarios en «Donuts vs Ducados»

  1. Yo debo ser muy raro o muy sucnor, pero Pixies siempre me han dejado más frio que el cierzo en febrero, y en cambio las Breeders me tofan. Al menos el «Last Splash» que no me puede faltar.

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