Los Shins vistos por gente que llora y come Cheetos ante su ordenador

The Shins

Podría hablaros de los Shins, pero no quiero. Quiero que sea diferente. Podría hablar de James Mercer, un tipo que teje músicas con hilo de oro pop y le canta a tu corazón, lo quieras o no. Pero paso. Me da pereza explayarme más, abrir mi caja metafórica bestial para salpimentar un panegírico. Voy a darle voz y altavoz a la gente real. A esos que abundan y opinan en la nueva realidad: los comentarios de Youtube. He cribado la discografía de la banda -excepto «Worms of heart», obvio- y he puesto en la palestra dos canciones bien chingonas por disco. Allá vamos, cojan kleenex:

En 2001 los Shins debutaron vía Sub Pop con un pack de traumitas musicados, bajas fidelidades, arreglos naïf por doquier y llamadas de auxilio mendigando esperanza titulado «Oh, inverted world!». Todo lo descrito antes se resume en un tema tan poderoso como «New slang«, que hace a Rianna Drew casi ahogarse en la llorera: «Mi padre se mató hace dos semanas. Siempre escuchábamos juntos esta canción. Los Shins siempre tendrán un hueco reservado en mi corazón». Sí, el temita te llega al corazoncito, estés dónde estés, nos cuenta Eric Mann: «Escuché esta canción por primera vez destinado en Irak. Es la canción que de alguna manera me traía de vuelta a casa». Y como pasa frecuentemente con los Shins, Thang Nguyen nos explica que «me estoy sintiendo nostálgico por algo que no se qué es. Estoy recordando todos aquellos lugares: mi universidad, la casa donde viví hace diez años… usando Google Maps mientras escucho esta canción. Es muy bizarro, ¡jajaja!».

Esta última opinión nos da una pista del «efecto Shins» y lo que provoca en la gente. Saltemos ahora a otra cancionaca como «Caring is creepy» y dejemos hablar a Sophie Mia: «Este disco me evoca muchos sentimientos. Yo tenía seis años cuando salió y mi madre solía ponerlo en el coche. Recuerdo a mi hermana conduciendo por el barrio con este disco y el de Flake Music (n. del t.: primera encarnación de los Shins) como banda sonora. ¡Cuánta nostalgia! ¡Cuánta belleza!». Venga, Alyssa Scott, ¡es tu turno!: «Una de esas pocas canciones que siempre acaban por hacerme llorar, da igual cuándo la escuche, debido a abstractas y filosóficas razones que me afectan y a la nostalgia. Normalmente soy capaz de reprimir el llanto en última instancia… pero al final es inevitable la punzada en el pecho y que se escape alguna lágrima». ¿Qué, lo vamos pillando?

Venga, salgamos de este mar de lágrimas y sumerjámonos en un océano… ¡de lágrimas! ¡Jajajaja! Tranquilos, muchos litros de derrame salino vienen motivados por el puritito gozo. «Chutes too narrow», de 2003, nos presenta a una banda que quiere profundizar en la idea de lo bonito como esencia a musicar (o ilustrar, como la fantabulosa y premiada portada). Luego te enteras que todo fue pergeñado en gran parte en un mohoso sótano y flipas; pero vamos al lío, Ana Esquivel parece que quiere decirnos algo: «Estuve años… ¡años! … buscando esta canción. ¡Oh, Dios mío! ¡Pienso que voy a llorar! ¡Soy tan feliz de haberla encontrado al fin! Sólo la había escuchado una vez en mi vida y fue porque mi hermano la tenía en un «Diesel U Music» (n. del t.: un recopilatorio de saldo), pero que sólo pude oir en una ocasión y cuando era pequeña. ¡Dios mío! Esta melodía ha estado en mi cabeza toda mi vida, pero nunca supe cómo se llamaba. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Soy tan feliz ahora mismo!». Ana se refiere a «Saint Simon«, una canción que para Floyd Pinkerton también es belleza pura: «Si el último minuto y medio de esta canción fuese una isla quisiera vivir en ella para siempre». ¡Fuaaaaaaaa!

En una dimensión más terrenal se mueve el amigo Ebkash, en esta ocasión para definirnos su lidiar con las nuevas tecnologías, con «Mine’s not a high horse» como banda sonora. Tiene miga su historia: «Descargué éste disco de los Shins allá por 2004. El archivo de esta canción estaba corrupto así que sólo podía escuchar los primeros 30 segundos. Ahora no estoy seguro de qué versión es mi favorita tras escuchar la canción entera por primera vez». No hay que entenderlo, hay que comprenderlo 😉

Pasan unos años y los Shins se hacen mayores. Se gustan en la terna del pop indie, pierden la timidez. Afrontan maduros el temido tercer álbum, ese con el que hay que demostrar si eres artista o paripé. El resultado es «Wincing the night away», publicado en 2007, otra colección de sobresalientes piezas que hacen babear a todo gemólogo musical que se precie. Vamos con «Australia«, por ejemplo, y con lo que S.S.J. Kaerkarot tiene que contarnos al respecto de ella: «Escuché esta canción hace 12 años mientras jugaba a un juego de carreras en la Xbox, ¡jajaja! ¡Era mi música de carretera! Dios, ojalá pudiese recordar el juego… ¡me encantan los juegos de carreras! Se que suena extraño que a una chica le gusten los juegos de carreras, ¡pero que os jodan!». Vamos a rebajar un poco el tono con Mr. Kleenex Dude, que nos comenta que «los Shins no son una banda de saltimbanquis aulladores. Son melancolía en su estado más puro. Son el tipo de banda que quieres escuchar sentado mientras tarareas o fumas un cigarrillo, incluso si no fumas. El tipo de banda que cuando la escuchas estando agotado casi puedes sentir cómo te oxigenan».

Pues parece que pinta bien este disquillo, ¿no? Rebaja el encanto poppie de los dos anteriores, pero sigue abundando en detallismo bonicoprecioso. Se ponen más seriotes en composición y producción y consiguen su tremebundo disco adulto. Si no me creen prueben a escuchar la conmovedora, como poco, «Phantom limb«, mi favorita de todo lo firmado por Mercer y compañía. ¿Inspirada por una historia real de lesbianas provincianas adolescentes puteadas que queman institutos? Bueno, no todo va a ser cantarle a la luna, ¿no? Yo a Laura Ortega no le voy a cortar el rollo: «¡He estado buscando esta canción durante 13 años! ¡Soy tan feliz por encontrarla! No podía recordar la letra y tratar de describir el vídeo en Google ha sido todo un reto». Y a mí Rascalphoto me representa cuando afirma que «ésta fue la primera canción que escuché de ellos y he estado enganchado al grupo desde entonces. Una de mis elecciones para llevarme a una isla desierta, segurísimo». Una perla hecha clip además con maestría, con ese toque que te pone sensiblero. Que no lo digo yo, lo hace Decoreh: «Un vídeo muy triste. El hecho de que esté representado por niños lo hace más duro y me despierta una impotencia difícil de describir. De todas maneras es deliciosamente disfrutable».

Se bebe tus lágrimas

Llegamos a 2012 y los Shins ya no son los Shins que conocías. En el ínterin el señor James Mercer, oficial y caballero, prescinde de sus compañeros, se muda, se casa, tiene descendencia… se hace mayor, vaya. ¿Cómo lo afronta? Pues arma un nuevo combo, quizás no tan guay pero sí mucho más poderoso como frente sonoro. Porque Mercer necesita algo así para plasmar en audible al gran público lo que será el largo «Port of Morrow», estreno en multi tras abandonar Sub Pop por Columbia. La paleta arreglística se abre a un horizonte que quiere abarcar el infinito y más allá. El resultado, sin embargo, es pelín decepcionante: el repertorio en su mayor parte es más de bien que de notable. Peeeeero… así a bote pronto, segundo y tercer cortes, nos cascan dos de sus cancionacas más top de toda su carrera. «Simple song» es una canción de amor supremo, un paso de gigante compositivo, un… un… ayúdame Hulking Owl, por favor: «Odio decir esto. Mi padre murió cuando yo era joven y nunca pude experimentar nada de ésto. Luchó contra una adicción todo el tiempo que estuvo a mi lado, quería alejarse de todo ello. Como el padre en esta canción, él lo intentó con todas sus fuerzas y hasta no hace poco no comprendí realmente qué es lo que le hacía una persona decente. Nunca quiso vivir con ese vicio, se limpió, y entonces murió apenas dos semanas después de volver a casa. No sabía lo que pasaría al escuchar esta canción, no me esperaba que rompería a llorar. ¡Dios, echo de menos a mi padre! ¡Quiero que vuelva conmigo!». Ufffffff… ¡Qué fuerte! Apuntalemos ésto con una sencilla frase que nos regala Xsniper S.K., que ya hemos leído en otros previamente, y que resume a la perfección lo que muchas veces acontece con una escucha random del cancionero Shins: «Esta canción me hace sentir nostálgico por algo que jamás me ha ocurrido».

Felicidad. Qué difícil es permanecer en ese estado el tiempo suficiente como para no tener que darnos cuenta a posteriori. «¿Ay, era eso ser feliz?». Mercer intenta ayudarnos con «It’s only life» y Thepersonyouhaveseen nos abre su corazón: «He escuchado esta canción creo que miles de veces. Algunos días es la única canción que escucho, en bucle. Me sorprende cómo la gente de todo el mundo no se despierta por las mañanas cantando a gritos esta canción asomados a sus ventanas». Y si lo que nos cuenta Linley P. es cierto, habrá merecido la pena que exista una banda como los Shins: «Todo lo que puedo decir sobre esta canción es que literalmente reconforta mi corazón y que me ha ayudado a sobrellevar momentos terriblemente dolorosos últimamente».

Siempre la guardia baja

Llegamos a la última parada, por ahora, de este nuestro querido expreso de emociones pop. Bajo el título de «Heartworms», en 2017 vio la luz la nueva colección de composiciones de James Mercer. Ansiedad, amor, depresión, sonrisas, reminiscencias del pasado… el todo de siempre en el repertorio de los Shins. Sí, también el todo de siempre de emociones de la vida en sí. El largo es el más ecléctico de toda su carrera: si «Port of Morrow» abría el abanico de arreglos 360 grados, aquí lo hace el de estilos. Y la diversidad de lecturas y posibilidades es tal que ahí está su mellizo «Worms of heart» para demostrarlo. Mayor riesgo, mayor logro. Y entrando en materia, Dudinka 83 nos confiesa qué le pasa por la cabeza al escuchar «Fantasy Island«: «Es como si hablase de mi niñez. Gracias James». Una pildorilla que te endulza o te amarga, con ese deje nostálgico, casi melancólico, que bipolariza sí o sí tu estado de ánimo. «(…) así es como lidio con la cuarentena (n. del t.: vivimos tiempos de Covid), en un estado de coma inducido por los Shins», se sincera Mindie Keller. No es para menos.

Y llegamos al final y lo hacemos con «Half a million«. ¿Por qué esta? Porque sí, porque yo lo valgo, porque para eso estoy escribiendo yo este artículo. Nuestro amigo Brian parece que no discrepa: «Soy un hombre simple. Veo a los Shins. Le doy a ‘me gusta’ y ya». Y más claro lo tiene Gydra T.V., desde Rusia con amor, mucho amor. «Блин отличное музыка!». Que del cirílico al cristiano es: «Blin otlichnoye muzyka!». Que del cristiano ortodoxo al católico es: «¡Maldita sea, qué buena música!». Pues eso. Gocen.

Spotify

13 comentarios en «Los Shins vistos por gente que llora y come Cheetos ante su ordenador»

  1. No conocía a los Shins. Había visto discos suyos por ahí, y tal, pero nunca los había escuchado. La lectura me ha despertado la curiosidad, vaya si lo ha hecho. Muy divertido y original el enfoque, me ha encantado.
    A los Shins, de momento, los encuentro peores que al artículo. Creo que no estoy yo mucho para estas mandangas últimamente, pero el finde les daré otra vuelta. A ver qué tal.

    1. Jajaja! Siempre me he imaginado a aquellos que permanecen 24/7/365 delante del ordenador comiendo Cheetos o Phoskitos y con el teclado atascado de migas. Yo con los Shins sí veo una consistencia del álbum sobre los temas o al menos un hilo sonoro homogéneo a cada trabajo. Te diría que incluso «Heartworms» y eso que toca palos muy distintos.

  2. Me ha molado a tope esta aproximación….siempre me entretengo leyendo los comentarios y ahora cobran sentido .

    Espero uno de los housemartins y el Depor .

    Parabéns !

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *