U2: una aproximación tangencial

Bono: canta, baila y administra

En mi discoteca, entre el «River deep, mountain high» de Ike & Tina Turner y el «Crash course» de los UK Subs hay dos discos de U2. Y me gustan, por lo que estas líneas son de expiación y purga de prejuicios. Caen tan mal que el integrista rockerito medio se obliga a pedir perdón por disfrutarles. Yo tampoco les tengo aprecio, pero cuando pincho alguna de las lonchas mencionadas me lo paso bien. Y creo que es porque llegué a ellos por el camino más largo, el que atraviesa un peculiar valle de lágrimas sonoro. Acompáñenme a cortarle la cabeza a mi «earworm» católico practicante.

Empecemos con el prejuicio: me resulta más fácil reconocer que adquirí un disco de Ricci e Poveri en edad adulta o uno de Amaral que admitir ni una miaja de debilidad por los irlandeses. La culpa la tiene la proyección desde una etapa muy temprana de esa imagen pública de banda redentora. El mensaje epifánico de presuntuosos protohombres, emisarios de la paz. Y es que el listado de ong’s a la carta que incluyen en los libretos de sus discos a veces es más largo que los detalles técnicos de la propia grabación. Digámoslo así: los U2 venden esperanza y no nos gusta, de la misma manera que los Testigos de Jehová venden esperanza y tampoco nos gusta.

No fue hasta hace relativamente poco, mediada la década pasada, que escuché un disco entero del combo de Dublín. En mi casa era mi hermana quien los gozaba. Un día llegó con el «Joshua tree» bajo el brazo. Luego cayó «Rattle and hum«. Y después vino «Achtung baby«. Eso en elepé. Con el tiempo aparecieron en cedele el resto de artefactos en riguroso desorden y con alguna que otra falta. Yo conocía los hits, a fuerza de videarlos en la tele y de oirlos sonar en la habitación de al lado. Hubo alguna sesión furtiva en que picoteé algo, pues «All I want is you» me tenía tan enamorado como aquella chica del colegio… y eso que como canción -y como deseo- aquello no dejaba de ser baladismo mainstream de manual.

Poco más puedo asociar de U2 con mi pasado. Ellos transicionaban del rock épico ochentero de acento cristiano -marca de la casa- al funk bailón noventero, para acabar asentando sus reales en un rock de estadio secular al que por otra parte siempre pertenecieron como escaparate. Mientras, yo quedé agazapado en esa trinchera del rock and roll minorista, indiferente, mientras el mundo los disfrutaba. Como mi amigo Javier -q.e.p.d.- a quien vi bailar como un torpón nuevo romántico, descamisado y derramando cubata como en una boda, el «Sunday bloody sunday» en una discoteca compostelana mientras afuera nos esperaba un gélido amanecer. Y a mí me resultaba simpático el baile y, por descontado, mi amigo, pero cada vez más antipático el grupo.

Y entonces escuché «Gloria«. Fue la curiosidad de ver el título en la contra del «October» y ligarlo mentalmente al «Gloria» de Patti Smith y al de los Them lo que me hizo dar el paso. La canción es vulgar, todo sea dicho, propia de ese siniestrismo suavizado, inocuo, del inicio de su carrera. Mediado el tema ya piensas en abandonar la escucha, pues se produce un interludio instrumental en el que Adam Clayton hace el ridículo con su bajo, amago de slap incluido. Y entonces The Edge entra a cuchillo. La puta caballería de los cruzados de Cristo. La alucinación subsiguiente merece la pena: un salmo en latín galopando a lomos de un mulo tordo afterpunk. El éxtasis, por analogía con el objetivo de todo ritualismo religioso, con tres repeticiones de la línea bíblica «Gloria in te Domine!», es brevísimo, desgraciadamente no llega al minuto. Al apagarse, con un deturpador «fade out», produce la misma sensación que cuando alguien te roba un beso y se despide para siempre.

A éstos les dices de tomar unas garimbas y te responden que hay que ir a misa, que es tarde

Para alimentar el hormigueo de estómago fui raudo a agenciarme una copia del «October». Mal negocio, les adelanto. Si «Gloria» tiene un problema es, precisamente, estar incluido en el segundo álbum de U2; el peor según sus fans, sus no fans y hasta el propio grupo. A mayores hay otro problema pues, como comentamos, el grueso de la canción es normalito, siendo generosos, con lo que ni siquiera es un destello de luz en el apagado «October», sino apenas un leve fulgor, el rascado de una cerilla. No retengo en mi cabeza huella sonora alguna de ese disco, esa es su impronta. Confieso que soy de los que suele caer en la trampa del «este disco no puede ser tan malo» y también en la del «con esa portada no puede ser tan malo» -sí, yo también compré el del ciervo del Captain Beefheart– y, ¿saben qué?, siempre son muy malos, tanto que hasta nos hiere.

En mi primera aproximación seria a U2 erré el tiro, por mucho, y el perdigón dio en el ojo del feriante en vez de al osito. Mi reacción fue enfermiza, lo esperable por hambre disquera. La coda final de «Gloria» seguía en mí, a modo de canto de sirena tornado en gusano auditivo enrocado. Como ya saben de qué va esto les ahorraré detalles sobre mis desesperadas búsquedas de tomas en directo, demos o descartes de estudio, guiado por la lógica de que si hay un fundido tiene que haber una toma completa en algún lado. Cuando me topé con la reedición de lujo que de «October» -el lujo en bisutería, aclaro- ordenó la banda y vi que de «Gloria» sólo añadían una versión en vivo di por finiquitada mi relación con los irlandeses, por imposible. En un arrebato de honestidad agarré mi copia del álbum -la edición estándar, tranquis- y se la regalé a un colega.

Pero entonces me topé de golpe y porrazo con la solución para todos mis males y lamentos: «Under a red blood sky«. Así se llama el artefacto oficial grabado en directo durante la gira de «War» de 1983 y publicado ese mismo año, para prolongar su luna de miel con el mercado norteamericano. Un vistazo al libreto o un videado de la filmación existente o una escucha a los comentarios entre canciones le recuerdan a uno porqué le dan tirria U2: Bono dando saltitos sobre unas botitas de elfo siniestro, provocando vergüencita verbal en las pausas entre canciones… Es un directo tramposo, como todos: sólo dos de los ocho temas fueron grabados allá donde refiere el título, el anfiteatro de Red Rocks en la ciudad norteamericana de Denver, procediendo el resto en su mayoría de un bolo en Sankt Goarshausen, en las orillas alemanas del Rin, a 8.000 kilómetros de la capital de Colorado. ¿De verdad no hay nada bueno que obtener de esta gente?

Lo siento chicos pero no engañais a nadie, volved a vuestras fantasías de estadio

A ver, calma, si obviamos todo lo demás nos queda la música. Este mini elepé, poco más de media horita de duración, es el mejor compendio de la primera etapa de la carrera de U2, la de la «trilogía irlandesa». Tiene la sonoridad que uno le exige a una banda con esa supuesta ascendencia postpunkista: guitarras como cristales rotos, marcialidad al ritmo, abundante eco en las voces y toda la humedad de las riberas de los canales de Dublín exudada sobre las tablas de un gran recinto. ¿A qué puto suena? Pues a una escala patria yo me remito a esos 091 que sedujeron a Joe Strummer. La lectura de «I will follow» es sobresaliente, así como electrizante es -valga la redundancia- «The Electric Co.» y evocadora «New Year’s day«. Y, por supuesto, está «Gloria«, abriendo el set «a jierro», poderosa en la parte que me importa. Se puede prescindir de «Party girl«, lo más flojo del lote, pero el resto es un cacho grueso de lomo de tu animal devorable favorito.

Así que finalmente recorrí el camino al éxtasis, ya ven ustedes. Fue tortuoso pero, al fin, gozoso. «Under a red blood sky» es un disco que puedo coger, manosear, pinchar y saborear como un buen disco de una buena banda con la que nunca me iría de cañas. Tan sencillo como eso. Para evitarme tentaciones, a mayores luce en mi estante un correcto compilado de singles, a modo de no va más en nuestra relación. Todo bien delimitado. A los U2 no hay por donde cogerlos, pero ese disquito es una joyita, de verdad. Y llegados a este punto no hay nada más que añadir, a la «excusatio non petita, accusatio manifesta» del inicio ya os puedo responder que podeis ir en paz. «Gaudete et exultate!».

21 comentarios en «U2: una aproximación tangencial»

  1. Juan, da gusto leerte. Viendo lo bien justificas tu malsano, desviado y heterogéneo apetito musical, por un momento has estado a punto de convencerme y a punto también han estado de brotar de mis labios unas apóstatas palabras en forma de «pues tiene razón, algunas no están tan mal». Afortunadamente, quiso dios aparecer ante mi antes de abrazar el ponzoñoso veneno irlandés y pude negar al maligno que se esconde bajo sus mil atuendos con gafas de colorinchis. El señor me dijo «ponte un disco de Graham Parker, pecador de la pradera, que eso sí que es Gloria, y no la que mancilla a la Santísima Patti» y aquí me hallo, en la otra orilla.

  2. Mal, muy mal. Estas cosas hay que hacerlas con la cabeza bien alta, con la seguridad del que se sabe ganador. Sin penitencias ni gaitas, que solo sirve para dar gustirrinín al enemigo integrista.
    Yo en esto también estoy en la otra orilla (Manitoba dixit). Pero me gustan otras cosas que espeluznan al rockerito guay tanto o más que esto, como Queen o Dire Straits. Y me molan casi tanto como decir que me molan y ver las manos en la cabeza y el rechinar de dientes de esos pringaos.

    1. acabo de descubrir que dire straits son británicos… omg! por qué pensaba que eran yanquis? por lo bluesy? … pero lo juro, acabo de descubrirlo!!! ve como es necesario que usted de el paso y nos ilustre sobre ellos?

  3. Gran texto Juan, tiene un toque muy aterciopelado y reconocible en sus escritos…o sea, si se menciona U2 alguien dice que le mola un disco…y si a alguien ya le mola un disco de U2 llegamos a Queen y a Dire Straits.. no deberíamos establecer unos límites, eh? bueno…

      1. Mano Negra están muy guays. Es que esto da para otra línea de investigación: cómo las copias se van degradando con el tiempo. Veneno (tanto el grupo como Kiko) también estaban guay y sus nietos putativos son un horror de dimensiones lovecraftianas. O la espiral descendente del rock urbano o cómo quieran llamarlo: Leño -> Barricada -> Extremoduro -> Marea. Y ya paro que seguro que hay alguna copia de la copia de la copia que es aún más horrenda.

        1. Es que, para mí, hay dos extremoduros: Antes de Uojo y con Uojo.

          Los primeros son macarras, yonkis y con un punto… llámalo rural, llámalo folklórico. Los segundos se van convirtiendo poco a poco en un grupo de arreglitos, vientecitos y poesía.

          ¿A que no adivinas cuales me gustan a mí? jajajajajaja…

        2. a mí de extremo me gustan canciones y se que reuniéndolas me saldría un recopilatorio to’guapo. tengo colegas muy muy muy flans de la época pre-uoho que dice padrepeich, a mí curiosamente me gusta mucho el «ágila», el ejemplo de los extremo «comerciales», pero de álbumes nada más.

        3. En realidad es que tiene razón el Marisoper… Mano Negra no es culpable de Macaco ni de Amparanoia igual que Veneno no es culpable de Ketama…

          Avanti con Mano Negra, vive dios.

  4. muy chulo juan, me ha hecho recordar mi contacto con la banda (estudiante en dublín, habitando en el barrio de procedencia de un par de ellos) pero como manitoba o mario, estoy al otro lado y no me veo cambiando… pero me has hecho pensármelo por un momento.

  5. Excelente, Juan. Me lo he pasado en grande leyéndote, te ha quedado redondo. De verdad te lo digo. Muy bien.

    En cuanto a la polémica, yo tampoco veo tanto escándalo. No son santo de mi devoción, pero tampoco me parecen la mierda mayor. No creo que haya muchos grupos de los que llenan estadios que no se hayan convertido en una basuraza de aúpa. Y sus primeros discos, por mucho que chillen por ahí, no son TAN malos. A ver si no se hacían cosas peores en la primera mitad de los 80s…

    Que no, que os veo venir, que no me los pincho desde hace unos 20 años o así. Pero aún así, tampoco me parecen la encarnación del Mal.

    1. Gracias caballero! Si es que además lo bueno de limitarse a escucharles, sin pasarse, es que no implica verles el jeto. Lo horrible sería que Bono & Co timbrasen a la puerta con una oferta irresistible para suscribirse al «Atalaya».

  6. Achtung baby es la repanocha!!
    Zooropa mola mil
    Joshua Tree está más quemado casi que Smoke on The water pero es un gran disco, que tampoco me muero por escuchar
    Rattle and hum lo controlo menos, pero no es malo
    Y a mi es que el OCTOBER me flipa!!!!!!!!!!!!
    Del resto cosas sueltas
    O en el primer disco o en el tercero
    Creo que en el Boy, hay tres canciones entrelazadas que me parecen una genialidad.
    Cosas malas a borbotones.
    Eso es lo que pienso si de U2.
    El artículo? Una delicia.
    Cada día me gusta más este rincón.
    Y hacer cosas secreter

    1. puedo comprender y entender todo lo que dice usted… menos lo del october (y lo del «zooropa»)!!! me haría gracia que los propios U2 se enterasen y se lo tomasen tan a pecho que te llamasen para convencerte de que ese disco es una mierda, jajaja!

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