C. Tangana, Rosalía y un tiempo que no es nuestro

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¿Quieres ser el flamenco viejo que devolvió «La leyenda del tiempo» porque estaba «mal grabado»? Yo no. ¿«El mal querer» o «El madrileño» superarán con los años ese listón de lo trascendental? No lo se. El disco de Rosalía, por lo que sea, es un hito para la música española y como tal nos quieren vender el de C. Tangana. Pero así como no sabíamos la lectura futura -que es hoy- que recibiría el «Omega» de Morente y Lagartija Nick, sí se que estos chavales -no tanto, la treintena está ahí- han escuchado y devocionado a Camarón más que el españolito -o el secreter- medio.

Dice el señor Tangana -descontextualización mediante- que la Rosalía que a él le gusta es la de las bulerías. De un tiempo a esta parte la artista catalana ha apostado por Miami frente a Barcelona. Esto se traduce en hacer carrerón de la mano del single digital y el video como formatos. Ella hace lo que le sale del coño, que para eso es una estrella internacional. Aparece invariablemente duetizada, prestándose a la travesura cardiaca de tez morena, sacando rodajitas de limón reggaetonero. ¿Lo exige la universalidad o ella impone su ley? No me importa, soy ajeno a su realidad, pero que es signo de su status de figura mundial del pop es evidente. ¿Recuerdan el encuentro entre Joe Strummer y la Pantoja en las oficinas del sello Zafiro? El caudillo del punkrock arrodillado, mechero en mano, ante la viuda de España, justificando su arrebato galante ante sus atónitos acompañantes: «she’s Paquirri’s widow!». Pues hoy Rosalía colecciona más genuflexiones que todas las tonadilleras juntas. Esa es su dimensión, candela, desde ese pelotazo comercial, artístico y argumental que fue -y es- «El mal querer».

El contraste con la docena larga de lanzamientos y colaboraciones recientes no puede ser mayor. Un álbum bloque, centrado, flamenco. Como lo quisieron tanto la artista como El Guincho, su mano derecha en la producción. Ambos tejieron un precioso mantón de Manila en 11 puntadas, con unos cuantos patrones aportados por el propio C. Tangana. Un trabajo académico, no en el sentido de ortodoxia, sino de auténtica tesis de nuevo tiempo para el género: media horita de romance roto y resiliencia femenina que te quita de muchos prejuicios. Yo, absoluto ignorante, me bebí «Malamente», «Bagdad» o «Pienso en tu mirá» de un trago, como otros tantos millones de seres en este planeta. ¿Que hay cheque en blanco de Sony? Por supuesto, otros ni lo aprovechan. La voz arropada, la crema del flamenquismo carnal, el salpimentado almodovariano, el barniz del caro a las mezclas y la apuesta a la mayor por el soporte audiovisual. Y a mí me vale como revulsivo contra la condescendencia o desprecio que mina mi juicio -y el de toda mediana edad- respecto a lo que hace o deja de hacer la juventud inquieta.

Antes de seguir he de confesar: tengo cierta debilidad por la canción española, por «lo nuestro». Nada excesivo, aparte de la gracia que me puedan hacer Las Grecas, los diversos tríos de machirulos rumberos o las muy saludables Vainica Doble, colecciono en mis playlists todo diamante en bruto que se precie. Venga un ejemplo: el «Se acabó» de María Jiménez, capaz de llevarse por delante por divismo y pasión a cualquier telenovela o folletín latino. Pero, ¿cuál es el canon de la canción española? ¿Requiere linaje? ¿Es reconocible si el arte se impone al artificio o viceversa? ¿Es lícito que se regale a un público global, inmenso? ¿Merece la pena disfrutarlo cuando toca una fibra que no distingue generaciones ni idiomas ni nacionalidades? ¿O queremos que siga siendo la horchata nuestra de cada día? Pues me da igual, la verdad. A mí lo que arrebata en estos casos son voces que valen, artistas que no se arrugan ni ante la cámara ni jugándosela a todo o nada por el éxito, que es donde otros muchos se dejan domar.

Cuando escucho el «Pozu María Luisa» de Pablo und Destruktion -y Nacho Vegas- no puedo evitar emocionarme. Es una actualización, eléctrica y brava, de un clásico del cancionero popular. También me recuerda a mi padre, quien me enseñó a respetar a los hombres de la mina y del mar. Me pasa lo mismo cuando Fuerza Nueva se hacen el «Novio de la muerte», aunque aquí no haya memoria familiar que honrar -lol-. Es un desvestir de toda solemnidad un himno castrense, para hacernos palpar toda la delicadeza dolorosa del romance latino. Resulta que El Niño de Elche que gusta de estremecer al respetable junto a Los Planetas es el mismo que suelta el chorro de voz, junto a La Húngara, en el «Tú me dejaste de querer» de C. Tangana. ¿Es igual de auténtico? Yo creo que ambos aportan una vena hinchada muy válida como tarjeta de presentación de «El madrileño», el álbum. Es curioso, a mí este disco me entró antes por los ojos, gracias a Iván Floro y unos óleos que uno asocia a un enciclopedismo pretérito pero que atrapan por ser calle y tiempo presente. Luego me sedujo la sonoridad, el abuso de sol -castellano, andaluz, latino- aunque hable de noches y nieblas mentales. Sí, la voz que habita el disco está cargada de amargura y reproches, pero el interiorista le ha apañado una casa luminosa donde morirse si le apetece. Escuchen «Demasiadas mujeres» y díganme.

Ojo, a pesar de lo que dicte la máquina promocional no estamos ante un disco redondo. Es muy bueno, sí, pero lo empaña ese cierre en falso, insípido, de supuesto rock y canallismo rumbero. Hay costuras tirantes porque «El madrileño» no deja de ser un collage con múltiples actores, «featurings» signo de su tiempo, que es el actual. Pero esto es asimismo el plus del disco, su personalidad, para la que se ha gastado mucho curro en la producción. Que los responsables sean la dupla de Alizzz y C. Tangana deja entrever que se puede facturar un álbum notable, una historia, y además darle portazo a todo intento de una multi -Sony, de nuevo- por inmiscuirse. El sueño húmedo de todo artista. La artesanía de estudio, en el fondo, sigue solventando inquietudes artísticas con mira comercial, como antaño, pues las emociones son eternas. Esta bondad del estajanovismo se traslada a la fuertísima apuesta audiovisual, inseparable del propio concepto del álbum en forma de ese arcaismo que denominamos videoclips y que ahora son el fundamento y la base comunicadora con el gran mundo. Lo que han hecho Santos Bacana y su Little Spain se mide en quilates narrativos. Quizás por eso a C. Tangana le reprochen los jóvenes -los de verdad- que ahora ya no es cantante, sino que quiere ser actor. En fin, ¿vulgaridad o no tanto?

Los del gen rockerito no debemos preocuparnos, porque estos discos no los juzgaremos nosotros. Y nos guardamos además la baza de ignorarlos, como con todo lo que sucede a nuestro alrededor en este que ya no es nuestro tiempo. Pero déjenme decirles que a estos dos artistas no hace falta bailarles el agua o reirles la gracia -tampoco nos necesitan-, porque con su descaro, esa actitud que resaltamos en muchos de nuestros combos ruidosos favoritos, se hacen genuinos, estimables. Su valor es haber dado el paso adelante para facturar sendos productos pop magníficos, dos álbumes valientes, con latido, en tiempos de singles e inmediatez. Las cosas bien hechas lo son y punto. Como decía mi abuelo: «quedar bien no cuesta un pijo». Y la intención, pues, no se: ¿el arte por el arte, el querer follar, susurrarnos esos discos que ponían sus padres en casa? ¿Hay tanto plagio, tributo, apropiación o inspiración como en el «Apocalypse dudes» de Turbonegro? Cuidado con la respuesta, igual les pillo en un renuncio.

13 comentarios en «C. Tangana, Rosalía y un tiempo que no es nuestro»

  1. no sé, yo creo que todo lo que rodea la música de esta gente está tan en contra de lo que a mi me gusta (o de lo que yo creo, si me pongo estupendo) que me impide escuchar su música sin prejuicios. igual el problema es, como tú dices, mi juicio condescendiente de viejo resabiado (eso último lo he añadido yo), pero me parece hasta bien que sea así.
    y que conste que no tengo nada en contra de rosalía o c tangana, pero a mi que me dejen en paz con mis movidas.

    1. ahí voy en parte: ese prejuicio no sólo de edad sino tb de pertenencia a una militancia de base rockerita nos permite jugar o bien la baza de ignorarlos o bien de examinarlos con una lupa de muchos aumentos… a mí me atrae como facturan no la parte «trapera», sino la apropiación de «símbolos» sonoros tanto mesetarios como del sur de despeñaperros… y el hecho de que hagan un disco largo a su manera en tiempos de single digital y youtube.

      1. militante roquero soy, eso no lo voy a negar, pero en teoria, porque en la practica ultimamente no escucho mas que clasica y jazz, jaja.
        me parece bien que vayan contra la norma del momento (disco en vez de video o single digital) eso es precisamente lo que me llamo la atencion de la mitad de la musica que me gusta, pero esos bigotes, esas unyas interminables, chandal y tacones, oros por encima de la camisa… no puedo. de nuevo, se que son prejuicios, pero son los mios y nos entendemos.
        perdon por la falta de acentos pero este ordenador no da para mas.

        1. cuando se perdió flandes se perdió no sólo para la hispanidad o el catolicismo sino también para la acentuación 😉 claro que nos entendemos, es lo que tiene la percepción tan personal de este vicio nuestro! 🙂

  2. Muy interesante el artículo, Juan. Me ha gustado mucho.

    Yo, a Rosalía, la conocí a través de una amiga, la única con la que comparto el vicio del flamenco. Fue antes de la explosión del Malamente, cuando el primer disco, y me la recomendó con tanto ahínco que, claro, me lancé a por ella sin dudarlo. Por una parte estaba la recomendación pero es que, además, hacía una versión de Bonnie Prince Billy (I See a Darkness). Y justo pensé lo que comenta usted en su artículo sobre ser (o no) el cascarrabias que criticaba La Leyenda del Tiempo a finales de los 70.
    Me pillé el disco y me entró regular, la verdad es que el cuerpo no me pidió más.
    Me parece una artista, digamos, más que decente, pero mi espectro musical se sitúa a años luz de lo que está haciendo ahora. No me da la vida para ponerme al día. No me apetece.

    Con el Tangana ya ni lo intento. Eso no es para mí. Ni de coña, vamos. Quizás pueda encontrar un cierto interés en las letras, no sé. Quizás. Tendría que ponerme a ello antes de darlo por seguro, y no lo voy a hacer. La música que las acompaña supone una pantalla infranqueable.

    1. En el caso del señor Tangana tiene alrededor una maquinaria promocional monstruosa que repele y atrae a la par. El envoltorio del producto es precioso, esto es así. El contenido sonoro ya depende de cada cual y de que la curiosidad mate al gato o este siga durmiendo placidamente. Precisamente hoy me vino un pensamiento al hilo de un post suyo: creo que he invertido más tiempo escuchando a Rosalía y C. Tangana (con el plus de escuchas motivadas por la redacción del artículo) que a Karen Dalton. Se dice pronto, igual asusta 😉 pero ojo, tampoco ha sido nada excesivo lo uno y, por descontado, lo otro, jajajaja!

  3. A mi estas cosas me dan que pensar. Creo que lo que nos gusta a nosotros, o sea el rock y derivados, era otrora no solo un divertimento sino el hilo conductor cultural de la segunda mitad del siglo XX, pero ese papel del rock hace mucho que se acabó. Puede que en los 80 o quizás en los 90 con los Gunners Forever. Luego ya es solo música y ahora ya excepto en contados casos, música minoritaria.

    Entre los 50 y los 70 la música Rock se escuchaba en todos los sitios y vendía millones de copias pero no solo era eso. La ropa, el estilo, los diseños, la publicidad… Esa gente iban por delante marcando tendencia algo que por cierto, se reflejaba con la capacidad que demostraron posteriormente para admirar lo que hicieron las generaciones venideras. Yo desde luego que no la tengo: esta no es mi guerra. No me mola un pijo nada nuevo pero bueno, yo ya era viejo con 16 años, qué me voy a hacer, no soy ejemplo pa na. Juan en cambio es un titán, es digno de admiración que tenga esa curiosidad.

    Lo que quería decir es que no me cabe duda que la Rosalía y el Tangana ejercen ahora el papel que en su momento tuvieron Bolan y Bowie hace 40 o 50 años (lógicamente no estoy comparando lo musical pero sí que son los que manejan la batuta, no me queda duda) y aunque a mí me parece un look horrible y una música infame, criticarlo sin conocerlo, solo me aporta descrédito.

    En lo 80 Dylan dijo (oh no, ya estoy citando a Dylan) que el siguiente Elvis sería rapero y me parece una frase de lo más acertada (aunque ese Elvis no llegase nunca). Ahora lo que se lleva es esa corriente chandalera que tan bien describe Juan. Los rockerones dirán que es un producto pero detrás de Beatles, Stones y Beach Boys estaba Loog Oldham, Allen Klein, Brian Epstein EMI, George Martin, la Wreckin’ Crew… toda la puta maquinaria de la industria a su servicio y vamos, yo no les quito un ápice de mérito.

    La verdad que manda huevos que esté yo aquí defendiendo al Tangana ese del que no he escuchado una canción en mi puta vida de bono pero si hay alguien que ha propiciado mi inclinación positiva, son los detractores viejunos rockerones que con sus viejas frases de “ya no hay música como la de antes” me recuerda a lo que decían los padres de los fans de los grupos que surgieron en el 77, 64 ó 55.

    En fin, gracias por el artículo Juan. Y VUELVE SL ROCK. TODAVIA NO ES TARDE.

    1. En el fondo todo es producto, porque por mucha autenticidad que haya la base de todo es la venta de la canción física, digital o en un concierto. Yo no se si alcanzarán la dimensión Bowie o Cobain, básicamente porque la globalización lo ha cambiado todo y me es difícil establecer un paralelismo. Es decir: la Pantoja o Rocío Jurado fueron el referente tonadillero, la imagen que España tenía de diva/estrella de la canción; Rosalía las supera en devociones, en fans, a nivel mundial, pero curiosamente en España hay unas generaciones (parte de la nuestra y las mayores) que la ignoran cuando la Pantoja o Rocío Jurado eran un referente total de país… puede que no te gustase su música pero, como hizo Joe Strummer, de pedirte fuego sabías que estabas ofreciendo fuego a alguien con un status social premium… Strummer y yo ofreceríamos fuego a la Rosalía, sin dudarlo, pero ¿lo haría nuestro abuelo? Añado una reflexión con salseo sobre lo que hablamos en su momento en el obituario de Phil Spector: era un artesano, pero que se quedó desfasado ya en los 70… si ahora hiciesen un mano a mano Spector contra Alizzz o El Guincho ganarían los rookies, por expansivos… alguno dirá que sólo saben darle a un botón y samplear, pero es que Spector no supo pasar del monoaural al estéreo. ¿Querría yo en mi grupo una producción de Spector o de Alizzz? Pues de ninguno… y esta es la magia de nuestro vicio y además la facilidad que nos da el gen rockerito: los jóvenes ya no nos esperan, pero somos autosuficientes.

  4. No es exactamente el mismo caso, Juanity. Rosalía y C. Tangana son ídolos adolescentes que tienen tanto éxito que traspasan su target hasta lograr una trascendencia intergeneracional. Su equivalencia habría que buscarla en Dylan, T. Rex o con el propio Elvis que fue la primera manufactura destinada a público adolescente. La Pantoja o la Jurado son otra cosa. Habría que compararlas, no sé, con una Dolly Parton, Loretta Lynn o incluso con Sinatra o Aznavour.

    1. Quizás la confusión venga de comparar dimensiones nacionales o internacionales. Y ojo, en Rosalía sí veo esa posible trascendencia aunque los parámetros de hoy para evaluar una obra no son los mismos que los nuestros (yo pongo en valor el álbum, lo que a la humanidad actual se la sopla sobre todo en comparación con una cuenta de instagram, por ejemplo); mientras que Tangana tiene detrás una máquina promocional poderosa pero no se si le llegará para ir más allá que petarlo en España y parte del ámbito latino. De todas maneras me asusta compararlos con Dylan o Elvis, sí podría hacerlo con T. Rex, Dolly Parton o Aznavour, que tenían una proyección más nacional, en sus países claro. Ojo, de Rosalía el tiempo dirá, está en esa división top internacional, pero la trascendencia la da la obra y la pervivencia y estamos aún en una etapa muy temprana (aunque su bagaje ya sea de años)… me sigue asustando compararla con algunos nombres que citas… ¿mejor ABBA que Dylan? Y quizás buscando esa comparación nacional he citado a las tonadilleras, quizás sin caer en la cuenta de que no fueron ídolas adolescentes sino que el arrase vino desde latitudes de gustos más adultos, aunque la trascendencia intergeneracional está ahí, aunque sólo sea vía famoseo… ¿igual Marisol mejor?

      1. Igual Marisol mejor. Yo hablaba por el impacto en los fans, no por la música que hagan (que ni he escuchado). De ahí que la compare con gente en su momento joven que vendía discos a un público también eminentemente joven. Por eso te negaba lo de la Pantoja. Lo de Elvis y Dylan es, claro que sí, una buena exageración que me he permitido para poder indicar a quién iban dirigidos los tiros (y las desorbitadas maniobras de promoción que creo que en este caso son un denominador común).

        En cualquier caso, entre ayer y hoy, aparte de las diferencias que tú ya pones de manifiesto hay otras insalvables: la primera que ahora hay mil corrientes y la posibilidad de que cada uno escuche lo que le de la gana. Y ojo, que los movimientos revival son todo lo contrario a la creación de algo nuevo (puedo vivir con ello) además que la música ya no tiene la trascendencia que tenía antes, nada que ver.

        Con todo, me sigue pareciendo válido pensar que el siguiente Elvis será trapero o reguetonero o como se diga. Y ojo, que Los Beatles son mucho mejor ejemplo para lo que estamos hablando, que fueron la primera banda que tuvo una repercusión internacional copiada en todo el mundo, desde Indonesia hasta Madagascar. A ver quién copiaba a Elvis en 1958 en una isla en el Indico.

        1. no quería ser yo el que citase a los Beatles en primer lugar, pero reconozco que pensé en ellos al escribir la anterior respuesta, jajaja! mucha razón con las diferencias de contextos, añado la inmediatez y el hábito de usar y tirar que han impuesto del hype, que impide trascender… o al menos de la manera a que estamos acostumbrados… repercute y hace más por una carrera ser activo en redes que pasarse dos años currándose un álbum.

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