Mi suegro estaba pachucho. Antes de acostarnos mi señora me pidió «una canción bonita». Mientras se apretujaba a mi lado en el sofá le puse «Entonces duerme», la versión. Es suprema, mejor que la original, por voltaje y garganta. Yo últimamente a los Enemigos los veo, los canto y hasta los lloro. Será la edad. Pienso en Josele y me emociono. Por lo bien que envejece el cabrón, supongo, porque ahí sigue to’guapo. Mi señora es más de Fino, por lo amable, porque le da buen rollo. En fin, que lo que voy a contaros es que los Enemigos son la hostia.
Hace poco encontré en youtube un playback de «Por la sombra» donde el presentador, Tony Aguilar -¡glubs!-, menciona la «operación de cuerdas vocales» 😉 de Josele. La primera vez que oí sobre ella fue por Yago, mi contagiador «enemigo». Me enseñó su copia del «Tras el último no va nadie» y me habló del parón de la banda. Por alguna extraña razón esa conversación fue mi último contacto con la realidad «enemiga» durante años. Me perdí toda la sucia movida grunge en que chapotearon a mediados de los 90. A un pringao las cosas buenas le pasan por su lado y ni se entera; por fortuna, para las malas tampoco se suele contar con él. Si no te llaman para enrrollaros con las churris del bloque vecino, tampoco lo harán para quedar en el túnel a fumar un chino. La suerte del pardillo.
Esos años a los Enemigos les llamaban para todo. Y tuvo consecuencias. Aún hoy la escucha al cancionero de esa etapa revela discos enfermos, ariscos. Ni siquiera el ep de resurrección arroja más luz que un frío fluorescente. «Por la sombra / Hermana amnesia» es clave en la historia «enemiga», ilusionante, pero cargadísimo de dolor. Un dolor consciente, eso sí, a superar, no la deriva en la que navegaban tantas piezas de los dos álbumes anteriores. A toro pasado es fácil cambiar la óptica, ser comprensivo. Con «Gas», por ejemplo, porque sabes que está en la dirección correcta. Si soy honesto, de estar presente esos años, los Enemigos no me hubiesen gustado. De nuevo lo cambiante de la percepción: la envergadura del repertorio de esa época que sobrevive en el setlist está por encima de la media. Ahí forjan ese sonido de rock trueno, desbocado, de rítmica caliente -Chema se hace poderosísimo a los mil tambores-, orgánico, al que se asirán fuertemente para encarar el fin de siglo. Lejía al moho y p’alante.
Los Enemigos que me reenganchan son los del «Nada», el todo y, finalmente, la nada. Los del disco con bemoles y los de la gira eterna, los tres años de despedida de una banda mayúscula. Un duelo multitudinario celebrado con alborozo, por lo merecido del aplauso y por el despliegue decibélico. Del velatorio compostelano recuerdo salir -yo y los míos- con fe renovada en el rock and roll, pese a lo destructivo de la convocatoria, entonando un ebrio y a la par emotivo «¡adelante, muerte a Bustamante!». Todo se origina en «Nada», disco adulto, de querer comerse el mundo por méritos y tablas. Canciones estrella y producción lironda. Hay guitarra fiera y hay ternura, como ese «Ná de ná» que te mece, pese al drama del «tenemos que hablar». Lo más gratificante es el músculo y la calidez, el deje latino de un baño en aguardiente.
Estos Enemigos son los que nos regalan una triada de discos en vivo, para irnos calentitos a acostar. Con mi amigo Nacho -Medalla al Mérito Enemigo- fui testigo de esa intensidad capturada en el «Obras escocidas». Escuchar la dupla «Señora» y «Dentro» del tirón me produce una excitación canalla, por la dicción gutural con que Josele alarga ese «…me guuuuuusta su aliento…». Si supiera conducir diría que es como meter una marcha más a un motor pasado de revoluciones, pero como no se diré que es como el cosquilleo en las meninges que anuncia un subidón de dexedrinas. Así fue esa gira continua hasta el adiós de 2002. No hubo drama: el coñac dio paso a la sobriedad del bitter con burbujas y éste al cada uno por su lado.
Seguramente en algún momento me dejé vencer por la nostalgia y miré hacia atrás. Lo hago ahora. Veo a mi vecino Yago pasarme dos cintas con los cuatro primeros discos de un grupo que me iba «a flipar», colegas de mis queridos Siniestro Total. Esa amistad entre bandas avergonzaba a mi madre, a la que recuerdo señalando un titular de prensa en el que Julián Hernández declaraba que ambos grupos se habían prometido una fiesta con putas y alcohol si lograban un disco de oro. «¿Y esta es la música que te gusta?», me solía preguntar. ¿Qué le iba a decir? Por entonces ya había videado el clip de «La cuenta atrás», estaba entregado a esa chulería de grupo desnudo, marcial.
Sus dos primeros trabajos me produjeron reacciones encontradas: las risas de ese «Ferpectamente» que bailaría un Wilko Johnson castizo me podían sobre el ralentí «bluesy» de martillo pilón de «Un tío cabal», todavía mi menos favorito. Pero no había debate, la rendición vino por el tercero en discordia: «La vida mata». Ocupaba la cara «a» de la segunda cassette y fue el que más y mejor me vendió mi contagiador. ¡Epa! Unas letras para pensar, un sonido seriote, de rock and roll curtido. Un disco como la copa de un pino, el que me quedo para esa isla desierta a la que los viciosos que aún compramos plásticos y decibelios amenazamos con desterrarnos unos a otros.
A quien le tocó celebrar la revuelta no fue al quinceañero granujiento, sino al treintañero levitante por el aspecto de la sala Apolo de Barcelona, por la comunión con un grupo más pausado, más firme, que apretaba por convicción, por saberse querido y elevado. Luego el santo cayó al suelo con ese «Vida inteligente» que se nos atragantó. Demasiadas expectativas, demasiada ansiedad. A día de hoy, con la calma, aprecio luces sobre sus sombras, pero es inevitable pensar en un buen disco rockerito de Josele, no en el regreso de los Enemigos. Y es que esa voz con la que usted me está cantando… Que nos pueden dar mucho por el culo, pensarán ellos.
Aclaremos que la paciencia del fan de Enemigos no es con la banda, sino consigo mismo. Viene de alguna etapa infame, de ese «Cerrado por cansancio», de mil pequeños reveses. Por eso abrazas «Bestieza» como una recompensa. El disco bravo, el arrebato anhelado, el cariño debido. Lo fecharías en 2002, por ejemplo, pero es de 2020, a diez días de iniciarse el peor año de nuestras vidas. ¿Os cuento un secreto? Se de alguien que, en un día de mierda, bajaba a Barcelona en coche cuando le asaltaron por la radio las «Siete mil canciones». No pudo reprimirse: paró en el arcén y lo lloró todo. De fondo, petándolo en su corazón, esa canción de los Enemigos que siempre soñamos para tí y para mí.
Poco más que decir. Los Enemigos son el grupo de rock and roll que siempre quisiste ser. No formar parte, no ser miembro, sino ser el grupo, el todo eléctrico. Por el gozo en las buenas. Y en las malas, pese a las muy malas, por tener a mano siempre una abuela que te sobrealimente -«¿Quieres un filete? ¿Te hago un huevo frito?»- antes del café de pota. Paso de nostalgias, los Enemigos siguen aquí, a tu lado, al mío. Como siempre hay un mañana, un viaje. Lo mejor siempre está por venir. Y cuando todo se acabe al menos una lagrimita se la regalaré a los Enemigos. Lo prometo.
Los Mamones (sic) me salvaron la vida.
igual no es lo que buscabas, pero cuando he acabado de leer el artículo lo primero que me ha salido ha sido «qué bonito».
para quitarle hierro al asunto diré que en la foto de la cabezera, fino parece rasputín… o un druída entrado en años.
si está demostrado que el rock and roll salva vidas no queda otra que decir «qué bonito!» sin vergüenza. chaqueta de cuero, navaja y un corazoncito latiendo siempre!
Aquí otro al que los recuerdos asociados a Los Enemigos le pueden. Son muchos años, casi dos tercios de vida en mi caso. En cualquier caso muy guay todo, Juanity. Me han venido millones de recuerdos que tenía más o menos enterrados. Un gustazo que me ha sabido a poco. A ver si alguien se anima y continua desde su prisma.
esto es asín: el rock and roll de nuestras vidas. va más allá de que guste más o menos este u otro disco, porque los enemigos (y muchos otros, eh) siempre estuvieron bombeándonos al cuore mismo!
Es curioso que aunque las filias y fobias sobre diferentes discos/etapas sean muy diferentes (sospecho que por una cuestión más bien generacional; otros «jovencitos» que me he encontrado comparten las suyas, mientras que los «maduritos» comparten las mías), el sentimiento de fondo sea prácticamente el mismo. Y creo que eso es un aspecto de los Enemigos que tiene su mérito y quizás no sea lo bastante valorado: el generar una experiencia de adhesión y pertenencia muy homogénea entre gente diferente, tanto por generación, como por experiencias musicales y vitales.
trascienden amic, los enemigos trascienden. conozco gente que además han vivido mil y uno de esos bolos desastrosos de mediados/finales de los 90 y aún así les han reservado un pedacito de coraxón.
Muy chulo. Hoy me da más rabia que nunca me hayan terminado de entrar.
pruebe el último, «bestieza», es rockerito sin ningún deje evidente de otro subgénero, yo creo que puede ser una puerta de entrada diferente pero efectiva.
«Un tío cabal» y sobre todo «la vida mata» son de esos discos que en mi peña de amigos nos sabíamos de memoria, a día de hoy cada uno anda por una parte del mundo y con vidas totalmente diferentes….pero en 2016 actuaron en las fiestas de Torrelavega en un festival que una asociación cultural colocó al Ayto. (el ruock nunca ha sido ni una isla en esas fiestas), Fue emocionante, era su revuelta. Curiosamente aquel verano se juntaron los astros y allí estábamos todos otra vez coreando sus canciones. Desde entonces los he vuelto a ver en un par de ocasiones, nunca fallan.
me pasó tb con la revuelta que asistí a uno de esos bolos en compañía de mi contagiador enemigo original, tras más de 20 años sin vernos… si es que además los enemigos tendrán la virtud de juntar a las gentes por el bien común! 😉
Muy guay, amic Juan.
Mi supercontagiador Enemigo, quizás se lo haya comentado ya en alguna ocasión, es el amigo que usted y yo tenemos en común. Allá por el año 91, me grabó una cassette con la mitad del Tío Cabal y el primer epé de Los Del Tonos. Y desde entonces soy un (hombre) enfermo de Los Enemigos. Recuerdo que poco después sacaron La Cuenta Atrás y, juntos, nos fuimos a verlos al Playa Club.
No eran los mejores años de Josele, bien lo sabe dios. Pero quizás sí fuesen los míos! jaja
Mis favoritos son el Tío Cabal y, sobre todo, La Vida Mata. Disco de la vida, si no me lo he calado mil veces, es que no lo he hecho ninguna.
a ese concierto del Playa debió acudir mi contagiador, pues me contaba con los ojos como platos lo de «el batería sujeta los platos con cadenas!!!!». los chavales somos muy impresionables y yo, al no haber visto el kit in situ, dejé a mi imaginación volar y pasaron años hasta que até cabos y me fijé en la batería del clip de «la cuenta atrás» y comprobé que no era para tanto, que ni tanto ni tan calvo, que había menos cadenas y macarrismo del pensado y que simplemente era una estructura extraña, curiosa.
de «la vida mata» poco que añadir que no se haya dicho ya. cuando un discazo te pilla en edad impresionable pasa lo que pasa… a mí por ejemplo ya me da igual que josele desmienta una y otra vez que las letras no van sobre dios y la religión y la fe y santas pascuas… yo digo que sí va de eso, contradigo a josele porque qué más da que las letras las haya escrito él… qué sabrá él de qué tratan sus letras eh!!!!???!!!?? jajaja!