Bryan Gregory que estás en los cielos muy a pesar tuyo

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Una gitana le leyó la mano a Corto Maltés. Le dijo que le faltaba la línea de la fortuna. Corto volvió a su casa, cogió una navaja de su padre y lo solucionó de un tajo. De pequeño una compañera de clase me leyó la mano. Vio que la línea de la vida se bifurcaba, que la trayectoria original se cortaba mientras la nueva cruzaba la palma entera. Interpretó que tendría un accidente y me quedaría paralítico. Al contrario que Corto, no le puse remedio. No se cuánto le queda a mi línea original, cuándo llegará el momento fatal. Bryan Gregory tampoco lo sabía, tampoco puso remedio.

El pasado invierno Greg Beckerleg hubiera cumplido 70 años, sin embargo fue el vigésimo aniversario de su muerte, de la de Bryan Gregory para ser exactos. Curiosamente ni la suya es mi etapa «crampiana» favorita, ni de lejos él era mi muñeco articulado favorito de los Cramps -hasta prefiero al parcheador Nick Knox-, pero tenía un punto de villanía genuino. Su imagen, proyectada a modo de batseñal en los anocheceres de este Gotham global, bastaría para pervertir a muchos. Y a pesar de ello también creo que había mucho corazón y mucho tormento oculto. Es fácil pensar en un ser que sólo salía de su ataúd para actuar el fin de semana, pero la vida real son siete días a la semana, comida, alquiler… Sí, porque a pesar de disponer de La Guitarra Flecha Con Tachuelas como arma y los superpoderes que le otorgaban El Flequillo Del Cuervo Albino y Los Tacones De Estilete Envenenado, Bryan se manejaba en la realidad «pulp» con todas las consecuencias: loamos a los «malditos» sin considerar que los versos que nacen del hambre no los disfruta el «maldito».

Yo imagino un comercio normal, lleno de gente normal, atendido por dependientes normales. Una tarde como cualquier otra en hora punta, con el local lleno de yuppies y funcionarios encorbatados, recién salidos todos de sus oficinas, y algún operario de obras. Y por allí también rondando Bryan, guitarrista de los Cramps a ojos de la minúscula modernidad subterránea neoyorquina y estrella del rock según el alto concepto que tiene de sí mismo. En cinco minutos reinará en el caos con una navaja abierta en la mano y vociferando improperios a los presentes. Poco después saldrá del local a la carrera, huyendo antes de que llegue la policía. Cuando llegue a su apartamento lo hará con una sonrisa bobalicona en el rostro. La necesidad de epatar, sabedor de que lo único que supera a un público hostil es uno asustado. Así lo siente cada noche cuando llora solo en su habitación. Su miedo transmutado en rabia, agobiado por las burlas de los niños del vecindario. Bryan lleva tacones en un barrio normal habitado por gente normal; donde los niños no quieren ser estrellas del rock y Bryan quiere volver a ser niño, a ser Greg Beckerleg.

Supervillanías en acción

Cuando puso la llave en contacto aquella noche de 1980 en Cleveland, fugándose con la furgoneta y el equipo de sus compis de correrías, al «pulp» le sustituyó la persona, pero las personas seguían necesitando al «pulp»: se habló de sobredosis varias, de entregarse al satanismo, de que hacía carrera como estrella del porno. Se dedicó a vivir. Esa es la realidad. Se casó y se divorció, participó en películas de George Romero, dibujaba, diseñaba vestuario y joyas y estaba al mando de una librería en Sarasota, Florida, posiblemente el último lugar donde alguien le imaginaría. Demasiado sol, demasiados mai tais para que los conciba quien espere a un asaltador de catacumbas en horas bajas.

El Bryan Gregory, perdón, Greg Beckerleg, que aquella fría noche de enero de 2001 entró por la puerta de urgencias de un hospital de Anaheim, en California, no era un personaje siniestro. En el dorso de su mano se leía tatuado «little wing», como apodaba cariñosamente a su hermana pequeña. Había dedicado sus últimos años a cuidar a jornada completa a un amigo íntimo enfermo y dependiente. Cuando atravesó aquellas puertas a las cuatro de la mañana quejándose de un malestar general, no sabía que un colapso cardiaco se lo llevaría de entre los vivos al limbo de los que perviven. Muy a pesar suyo, me temo.

10 comentarios en «Bryan Gregory que estás en los cielos muy a pesar tuyo»

  1. vaya un ‘un-dos’ moribundo nos hemos cascado, juan. y sin saberlo.

    bryan gregory sí era mi cramp favorito, pero como dices en tu artículo, siempre me quedé con el personaje y nunca me dio por investigar nada sobre la persona. ni de él, ni de ninguno de sus compañeros de calambres. no me preguntes por qué…

    1. eso pretendía al escribir el articulillo: lo difícil que es ser personaje rodeado de personas, porque lo que de persona tengas siempre estará tirando a la «normalidad»… y las personas que te rodean no quieren que seas las dos cosas a la vez.

  2. Que historia más guapa, Juan. No sabía que había durado tan poco en la banda. Yo creo que mi Cramp favorito (aparte de Lux y Poison que juegan en otra división) es Candy del Mar. Claro que solo con ese nombre ya gana un montón de enteros.

    1. Yo soy fan de la época del Congo Powers. Candy siempre me ha hecho tilín, pero esa sensación de que optaban por una formación estándar creo que les «normalizaba» demasiado a ojos de la mitología rockerita.

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