De coches y delfines

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Siempre he sido un negado para esto de los coches. Básicamente, me dan igual. Por ello, cuando saqué el permiso de conducir me compré mi primer automóvil a toca teja con los cuatro duros que tenía por aquel entonces. No miré mucho, sólo las cosas imprescindibles: que fuese pequeño, que fuese rojo y que tuviese un equipo decente. El resto fruslerías, bien lo sabe dios. El dueño anterior le había cogido cariño, me dijo que lo llamaba Saltapraos. A mí me pareció un buen nombre pero como ahora era mío y un coche no puede quejarse, lo rebauticé como la Jacapaca.

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