Se ha muerto Ronnie Spector, cantante de las inolvidables Ronettes y voz de algunas de las canciones más inolvidables del ya cada vez más lejano siglo pasado. Cada vez que se va un personaje así, los que crecimos con su música nos hacemos un poco más viejos mientras sentimos que algo se ha perdido dentro de nosotros. Por eso, quizás sea conveniente recordar más que su vida, la suya en la nuestra, es decir, la impronta que su música dejó en nuestra educación sentimental. Así que si esperas una necrológica, mejor vete a El País u otro periódico de crónica rosa.
Mediada la lectura de «Enterrado por placer», novela de Edmund Crispin (de nombre real Bruce Montgomery) publicada en 1949, uno se topa con la siguiente reflexión: «Como casi todo el mundo, Diana se engañaba pensando que el sufrimiento mental es siempre más insoportable que el físico, aunque habría que ver si los que mantienen esa opinión preferirían pasarse un mes con reumatismo agudo o con una crisis de ansiedad grave (…)». Recuerdo que esa afirmación gratuita por parte del autor me hizo pensar al instante: «Edmund, no tienes ni puta idea. Yo escojo reumatismo».