Es probable que el mejor director de cine en el último cuarto de siglo sea alguien desconocido por la mayoría de los cinéfilos. No solo por el casual aficionado al cine, sino incluso por la facción cahierista más hardcore, esa que conoce hasta el último corto de esa joven promesa iraní y su proceloso mundo interior y no se pierde ningún estreno en festivales ignotos.