Hace poco vi en una peli una escena que me llamó la atención. Un señor habitualmente malhumorado y sieso, abordaba sin embargo el desayuno feliz en la paz de su hogar. El señor disfrutaba de la lectura del The Guardian escuchando apaciblemente las Danzas Eslavas de Dvořák en una cocina más británica que Benny Hill. Daba gusto verlo ya duchado y acicalado gozando de la tranquilidad que a todos nos da la soledad matinal. ¿A todos? Automáticamente comparé esa rutina con la mía y me dieron ganas de aderezar mi café con una cucharada colmada de cicuta.