Estoy muerta de nervios. Ayer por la mañana sonó el teléfono. Nada más escucharlo, un respingo me subió por el espinazo, sabía que era él. El teléfono parecía que sonaba diferente, como más impaciente y más alto. Esperé a que diese tres tonos mientras el pulso me subía sin parar. Cuando descolgué el auricular estaba tan nerviosa que con la mano que me quedaba libre me tapé el corazón pensando que me iba a escuchar las palpitaciones. Y sí. Era él.