Dos fechas: 1975 y 2001. Y una tercera de regalo, que estamos que lo tiramos: 2021. En la primera se estrenó The Rocky Horror Picture Show, en la segunda, Hedwig and The Angry Inch, probablemente los dos musicales de culto más exitosos de temática gay/trans. La tercera, evidentemente, corresponde a la publicación de estas líneas. Constato, no sin horror, que ha pasado casi tanto tiempo desde la segunda hasta la tercera, como de la primera a la segunda. Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus. Y yo con estos pelos.
Todo lo que sube, baja; y todo lo que empieza, termina. A partir de esa sencilla premisa, a los humanos les es fácil imaginar y contar mitos sobre el fin del mundo, algo que antes de saber por medios científicos que inevitablemente sucederá, ya era terreno propicio para la fabulación. Las religiones han gozado del monopolio de la explicación de lo inexplicable, ligándola a la moralidad, su otra razón de ser. Salvación y condenación se unen en estas fábulas a la condición de fiel o infiel.
Se ha muerto mi suegra. Menudo palo para Mar que ya lleva unos meses rara y ausente y ahora encima se queda huérfana de madre. Esta mañana ha sido el entierro. Y mi suegra pobre también, qué mala suerte tuvo en la vida. En fin, a quien con Dios está, Dios no le abandonará. A mi suegra ya casi no le quedaba familia, era la última de cuatro hermanos. El funeral ha sido bastante discreto, éramos solo nosotros. Bueno, nosotros y Antonio.