Sexo, cocina y cintas de vídeo: Risotto de oricios

z (1)
Querido diario:
 
Estoy muerta de nervios. Ayer por la mañana sonó el teléfono. Nada más escucharlo, un respingo me subió por el espinazo, sabía que era él. El teléfono parecía que sonaba diferente, como más impaciente y más alto. Esperé a que diese tres tonos mientras el pulso me subía sin parar. Cuando descolgué el auricular estaba tan nerviosa que con la mano que me quedaba libre me tapé el corazón pensando que me iba a escuchar las palpitaciones. Y sí. Era él.
 No tenía ni que habérselo cogido. Es un sinvergüenza. Desde que pasó lo del día de Navidad no le he vuelto a ver hasta el mes pasado en el entierro de mi madre.
 
Aquel día vino a darnos el pésame, a darme el pésame. Pero yo sé que en realidad lo hizo porque no se atrevía a verme después de lo que había pasado y esa fue la excusa para armarse de valor. Lo vi llegar. En realidad, lo estaba esperando. Primero se mantuvo a lo lejos, oculto bajo las sombras de unos cipreses, como en esas películas en que hay un entierro de un mafisoso y un policía lo vigila a lo lejos sin que nadie se de cuenta. Pero la vida no es una película y eso es algo que él no acaba de asumir. 
 
En un momento dado en que no había gente a nuestro alrededor se acercó a nosotros. Se le notaba incómodo y avergonzado. Normal. Después del episodio de la comida en Navidad… Nunca había visto a Héctor tan enfadado. Se le salían los ojos de las órbitas. ¡Hasta le temblaba la papada!  En el fondo Héctor le tiene un poco de miedo a Antonio porque es muy convencional y todo lo que se salga de la norma se lo da. Vaya que si se lo da. 
 
Antonio se acercó a mí y me dio el pésame. Yo miraba hacia todos los lados porque no quería que nadie viese como me abrazaba. Qué tontería. Es el primo de mi marido, no tiene nada de malo. Héctor lo saludó brevemente y  se mantuvo aparte, no tenía ganas de bronca. Sabía que se había pasado y como llevo tiempo enfadado con él y además se acababa de morir mi madre, yo creo que hasta le podía haber plantado un beso en los morros a Antonio y no le hubiese parecido mal. En cambio, Javi, le miraba con apatía. Estaba muy decepcionado. Normal. Ahora que empezaba a hacer sus funciones de tío, casi de hermano mayor, va y desaparece. 
 
Le agradecí el pésame asintiendo, todo lo fríamente que fui capaz, intentando disimular que estaba temblando de la cabeza a los pies. Me dio un beso en la mejilla y aprovechando que sus labios estaban muy cerca de mi oído me dijo que teníamos que hablar. En ese momento, por primera vez desde que murió mi madre, me derrumbé. Empecé a llorar desconsoladamente delante de Antonio que no le quedó más remedio que volver a abrazarme pero ahora de forma notablemente incómoda. Él no quería estar ahí viendo como yo me moría de pena mientras a él le colgaban los brazos sin saber donde apoyarlos. 
 
En ese momento hubiese dado un año de vida por teletransportarme con él a otro sitio, sin nadie a nuestro alrededor pero como sabía que eso era imposible, me tuve que consolar llorando. Como todo el mundo pensaba que las lágrimas eran todas por mi madre me pude dejar llevar y dejé que el abrazo de Antonio me consolase. Cuando abrí los ojos, pude ver a través de las lágrimas a Javi mirarnos con ojos inquisidores. Esa mirada ya la había visto unos meses atrás.
 
El día de Navidad, Héctor se marchó, como todos los años, a llevarles unas botellas de vino a los operarios de la fábrica y Javi volvió a buscar a sus amigos para probar la bici nueva. Antonio y yo nos quedamos solos y le pedí que me ayudase a cocinar.
 
Héctor piensa que wakame es una canción de Shakira
Héctor piensa que wakame es una canción de Shakira
Yo tenía pensado hacer una cosa sencilla porque Héctor no soporta las extravagancias, pero, por otro lado, Antonio tiene mucho mundo y yo me siento una provinciana a su lado así que quería agasajarlo sin que Héctor se molestase. El menú estaba formado por unos entrantes fríos, ensaladilla para Javi que es vegetariano (o eso dice él, aunque luego los oricios se los comiese a dos carrillos), el risotto de la discordia y de segundo unas carrilleras que prácticamente no llegó a comer nadie. Por no hablar de la tarta de queso.  
 
Antonio entró conmigo en la cocina y le puse un delantal mío. Me hizo mucha gracia verlo así vestido, con un delantal blanco inmaculado con volantes por los laterales. Se le veía tan frágil que me daban ganas de achucharlo. Le pedí que preparase la tabla de embutidos mientras yo acababa de picar la cebolla para el arroz. 
 
Antonio empezó a soltarse poco a poco, llevo meses pensando de qué me habló, de qué hablamos, pero, fue un día tan agitado y tan turbulento que lo he olvidado todo. Bueno, todo no.
 
Según nos fuimos acomodando a la situación, todo empezó a fluir de un modo más natural. Yo tenía una botella de vino abierta para echar al risotto y le ofrecí una copa. Se la tomó en un plis plas y yo le acompañé. La segunda ya nos la tomamos más despacio. Más tarde, cuando llegase Héctor y abriese una botella de tinto, fingiríamos que el que él nos ofreció fuese el primero que nos habíamos tomado. Parece que aquel día fingí todo lo que sentí. Bueno, casi todo.
 
Con tanto darle al palique se nos estaba haciendo tarde y yo tenía que acabar las carrilleras así que le pedí que me ayudase con el risotto. Estaba en mitad del proceso, en la parte que hay que remover el arroz sin parar para que suelte el almidón y quede más glutinoso. Le expliqué como se hacía. Cogió el cucharón y empezó a menear el arroz como si estuviese batiendo un huevo. Me reí a carcajadas. El me miró haciéndose el ofendido con el mandilón puesto. Me pareció adorable. Le cogí la mano acompañando la suya haciendo el movimiento correcto, un círculo siempre en el mismo sentido.  
 
Después de unos segundos se detuvo y me miró a los ojos. Se me quedó mirando fijamente, con cara de susto y de algo más que no era susto precisamente. Yo iba muy envalentonada: entre el vino y el movimiento del arroz, me sentía como Demi Moore en Ghost que por cierto, es mi película favorita. Antonio desvió la mirada y miró a algo que había detrás de mí. Algún día le preguntaré que es lo que estaba mirando aunque bien que lo sé. Miró el reloj de la cocina. Estaba calculando el tiempo del que disponía el muy sibilino.
 
Antonio dejó de hacer cuentas y me volvió a mirar.  Le iba a decir que porqué no seguía pero cuando me di cuenta me había metido la lengua hasta las amígdalas. Creo que, al principio, intenté resistirme, pero no debí parecerle muy convincente porque no había pasado ni un minuto desde que me besó y yo ya le estaba metiendo una mano por debajo del delantal. Con la otra, seguía removiendo el risotto.
 
Yo pensaba que la pornfood era otra cosa
Yo pensaba que la pornfood era otra cosa
Antonio me alejó del arroz y de mi movimiento circular y me llevó a la isla de la cocina. Allí, en unos minutos estaríamos haciendo otro tipo de movimiento circular. Yo cerraba los ojos para sentirme menos culpable pero cuando los abría miraba el arroz que había quedado a medio hacer y me sentía peor todavía. Por una vez en la vida, decidí hacer lo que ya hacía tiempo fantaseaban mis más oscuros pensamientos, aquellos que desde hacía tiempo palpitaban en lo más profundo de mi interior. Antonio, aunque de otra manera, también parecía concentrado en lo más profundo de mi interior. Yo, ya totalmente perdida, me dejé hacer.
 
Perdí la conciencia del tiempo que pasamos. Allí, en isla de la cocina, entre el frutero, pucheros y olor a ibéricos recién cortados. Antonio, me miraba fijamente y yo sentí algo que hacía mucho que no sentía. Empecé a gritar de placer. Hasta que sentí el ruido del portón del garaje. Entonces empecé a gritar de pánico. 
 
Me quité a Antonio de encima y lo llevé al baño. Le pedí que no saliese hasta que recuperase el resuello. Yo, mientras, me hice la digna, me atusé el pelo y me armé de un valor inusitado que no sé de dónde saqué. Afortunadamente, Héctor tardó más que nunca en aparcar, quizás por los vinos que se había tomado él también, y nos dio tiempo a estar mínimamente presentables.
 
A los diez minutos Antonio salió del baño pálido como la leche, con el delantal todavía puesto. Poco después llegó Javi. Estaba todavía enfadado con su padre y quizás por eso casi ni habló. Se sentó en las escaleras y se quedó mirándonos.
 
Cuando nuestras miradas se cruzaron parecía sorprendido por algo. Quizás se extrañó de ver a Antonio con esa guisa. Ahí fue cuando me di cuenta que el delantal estaba lleno de manchas de carmín en la parte alta. Disimulé como pude y le dije a Antonio que ya acababa yo.
 
Fue la última vez que estuve con él a solas. Esta mañana, cuando me ha llamado, me ha dicho que quería verme.
 

Risotto de oricios, tomates secos y algas 

 
 
Ingredientes para cuatro personas
 
Una docena de huevas de erizos de mar
Una taza de arroz de la variedad carnaroli
Una cebolla hermosa
Un litro de fumé 
Media docena de tomates secos en aceite
Dos nueces de mantequilla
Un vaso de vino fino y otros dos para ponerse ídem
Queso parmesano o grana padano 
Una cucharada de alga wakame
Un trozo de alga nori
Sal
Pimienta negra
 
Receta
 
Antes de nada abrimos los erizos, sacamos las huevas con cuidado de no romperlas y colamos el líquido para quitar impurezas. Reservamos. Si quisiésemos congelarlas las meteríamos en un bote en su propio líquido. 
 
Para esta receta conviene también disponer de un buen fumé de pescado aunque no es imprescindible. Le añadiremos a él el caldo de los erizos que le proporcionará una ración extra de sabor a mar. Si no tenemos fumé calentamos agua y la mezclamos con el líquido de los erizos. En cualquier caso es importante que esté caliente porque se lo vamos ir echando al arroz y no conviene enfriarlo.
 
En una paella o una sartén grande echamos la nuez de mantequilla y una cucharada de aceite de oliva para que ésta no queme. Pochamos la cebolla partida muy fina. Salpimentamos.
 
Una vez que la cebolla esté transparente añadimos el arroz y subimos el fuego. Lo tostamos un minuto removiéndolo continuamente.
 
A continuación, vertemos en la paella un vaso de vino, un buen Jerez o Manzanilla le va genial a este plato aunque en realidad cualquier blanco vale.
 
Una vez reduzca el vino y se evapore el alcohol echamos un par de cacillos de fumé bien caliente y empezamos a remover. Es importante no dejar de hacerlo. Si como a mi, un pasatiempo interrumpe la operación, el arroz no soltará todo el almidón y en lugar de un risotto conseguiremos un arroz meloso como se aprecia en las fotos.
 
Seguidamente añadimos media docena de tomates secos en aceite bien picados. Aportarán la plato un tono de color y un toque picante (aunque para mi, más picante ha sido el cocinarlo que comerlo). 
 
A media cocción, echaremos el alga wakame. No hace falta echar más de una cucharada o dos porque al hidratar crecen muchísimo. 
 
Mientras tanto, según el arroz va absorbiendo el caldo, vamos añadiendo más, siempre de cacillo en cacillo. Es importante no encharcar el arroz.
 
Cuando el arroz esté casi hecho pero todavía un poco duro, apartamos del fuego, echamos las huevas de oricio y un trozo de alga nori y otra nuez de mantequilla para empastar. Rayamos queso parmesano generosamente por encima y removemos hasta que la mezcla ligue bien. Corregimos de sal si fuese necesario y tapamos con un trapo.
 
Dejamos sin miedo diez minutos más. Los sabores se apreciarán mucho mejor tras ese breve reposo. 
Sexo, cocina y cintas de vídeo
Sexo, cocina y cintas de vídeo

Anterior:
-Sexo, cocina y cintas de vídeo: Perdedores

Siguiente:
-Sexo, cocina y cintas de vídeo: Secrets

15 comentarios en «Sexo, cocina y cintas de vídeo: Risotto de oricios»

  1. Manitoba,
    Hemos estado comentando entre varios foreros y, al final, hemos decidido que es el momento de que te quites la máscara. Una facción del Secreter asegura que eres Antonio. La otra, apunta hacia Javi.
    Déjate de zarandajas. Queremos saber.

    Primer aviso.

  2. «un vaso de fino y otros dos para ponerse ídem» jajajaja. me apunto la receta para hacerla, que yo normalmente lo hago un pelín diferente.

    sobre la historia poco puedo decir que no haya dicho ya en entregas anteriores, esto es un sinvivir, me duelen las manos de tanto cuelgue en acantilado.

    1. Yo como Mar, el fino/manzanilla se lo echo a todo, enriquece que da gusto.

      Por cierto, Poodle, a ver si me soplas tu receta del risotto, ya sea por aquí o por el foro, eh? Bueno…

      1. no es nada del otro mundo, muy parecida a la tuya pero menos sofisticada. normalmente le pongo setas en vez de erizos o algas, aceite de oliva en vez de mantequilla y caldo de pollo casero en vez de fumé. no le echo tomates ni vino. soy un soso, ja!

        1. Bueno, lo normal, no? Yo como Mar, con oricios solo en temporada y muy de vez en cuando. Con setas lo hago bastante también, de hecho, es seguro el risotto más veces he cocinado. Eso sí, de la mantequilla no prescindo nunca que le va guay pa empastar. Hace muchos años, lo hacía con unos arroces aromatizados de trufa de Casale Paradiso que costaban una pasta pero la verdad que eran una maravilla:
          https://www.piccantino.es/casale-paradiso/risotto-al-tartuffo

          Eso sí, son un atraco a mano armada. No vuelvo a picar.

  3. probaré con mantequilla la próxima vez que lo vaya a hacer. lo del arroz aromatizado seguro que sale que te mueres, pero más de 7 euros por 300 me parece una pasada. seguro que mientras lo comiera no podría de dejar de pensar en el precio y no lo disfrutaría.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *