Autor: juanconmiedo
Los Mamones (sic) me salvaron la vida.
En la primera mitad de 2011 los usuarios de la web oficial de Siniestro Total, uséase los fans, se liaron la manta a la cabeza y decidieron votar por sus discos y canciones favoritas. Se lo curraron sólos, al margen de la banda de sus amores. Usaron para el voto, conteo y escrutinio el arcaico libro de visitas que les servía de foro. En este apéndice, con el que ponemos fin a nuestra crónica seriada de los 40 años de carrera de Siniestro Total, recuperamos las conclusiones de aquel proceso de voluntad popular (*). Más de uno se llevará una sorpresa, pero no se (lo) tomen muy en serio. Ni el resultado ni a ustedes.
Tres estacazos y vía. Siniestro Total despachan otro tema y afrontan la recta final del concierto. Entre el público se hace oír una voz. Un fan enfurecido. Grita, mucho. Está en las primeras filas. «¡Tocad de las viejas!». Lo oímos todos a pesar de los aplausos, jaleos y silbidos habituales. «¡TOCAD DE LAS VIEJAS!», insiste. La banda hace caso omiso. Nadie dice nada. No hace falta. El indignado no ha podido escoger peor momento. Siniestro Total acaba de descargar «Matar jipis en las Cíes». Retratado. «La incultura es lo peor que hay», suele decir mi amigo Lalo.
“Por qué vos chamades Subxenios?”. La pregunta surge en un corrillo de fans a la salida del Playa Club de A Coruña. Julián Hernández reparte sonrisas, amabilidad y retranca. Son los primeros días de 1994 y Siniestro Total actúa sin ser Siniestro Total. La idea básica es no perder fuelle mientras Miguel Costas permanece de «baja laboral». Nadie piensa que Os Subxenios sean un plan maléfico. O sí. ¿Sospecha infundada? Ese invierno será el final de la banda tal y como la conocemos -y amamos-. Al menos esa noche Julián despeja una de las dudas: “Pois… por non chamarnos Subnormais!”.
Sobre el escenario, Julián Hernández farfulla ante el micro. Es el truco habitual para cuando se olvida la letra. Funciona de maravilla con lapsus de versos sueltos. La gente no se da cuenta. O no quiere. Andan a otras cosas: bailar, beber o cantar eufóricos. Hoy no cuela. La pantomima se repite en todas y cada una de las canciones excepto, ¡sorpresa!, un instrumental. Hay blancazo en estrofas enteras. La banda se contagia. Óscar Avendaño mira al «abuelo» Soto y se mete los dedos en la boca. Náusea simbólica. Es «La Noche Patética de Siniestro Total».
«Ciudad que apesta. Siempre llena de mierda», cantaba la muy forera Banda Muerta en «Barcelona», canción de su maqueta póstuma de 2017. La ciudad condal es hoy lo que siempre quiso ser: cosmopoli(LL)a y asquerosa. Es una capital wannabe de algo que no sabe concretar ni ella misma. En el fondo es mejor así, se hace querer. Es curioso que de tan moderna y urgente se ha olvidado de algo fundamental: actualizar su mapa sonoro. A la gente aún se le llena la boca de Serrat, Trogloditas y bolas de alcanfor con el siglo XXI a punto de devorar su primer cuarto. Le ponemos remedio: