25 años de musicales gay/trans: de The Rocky Horror a The Angry Inch

Rocky vs. Hedwig

Dos fechas: 1975 y 2001. Y una tercera de regalo, que estamos que lo tiramos: 2021. En la primera se estrenó The Rocky Horror Picture Show, en la segunda, Hedwig and The Angry Inch, probablemente los dos musicales de culto más exitosos de temática gay/trans. La tercera, evidentemente, corresponde a la publicación de estas líneas. Constato, no sin horror, que ha pasado casi tanto tiempo desde la segunda hasta la tercera, como de la primera a la segunda. Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus. Y yo con estos pelos.

Ambas películas, originalmente obras de teatro y posteriormente, dado su estatus de culto, cualquier otra cosa que se pueda endilgar a la fanaticada, son musicales rock con personajes gays y/o transexuales. Pero si bien en Hedwig esa es la temática principal, en Rocky es un asunto tangencial. Aunque ocupe buena parte de tiempo en pantalla, la peli no va de eso.

Hay otra serie de diferencias entre ambas películas que, a mí al menos, me resultan muy interesantes y creo que son bastante indicativas de la mentalidad de las distintas épocas. Esto no es algo sorprendente ni nuevo: el entretenimiento de una época dada está dirigido a un público determinado y transmite los valores, preocupaciones y mentalidad del momento con sorprendente fidelidad, aun sin proponérselo. Las películas, especialmente las de género o serie B, generalmente desprovistas de tentaciones trascendentes o atemporales, son magníficos fósiles sociológicos y se puede descubrir más sobre la sociedad en la que fueron creadas, que leyendo los periódicos de la época.

Pero empecemos por el principio.

¿De qué van estas pelis, Marisopa?

Pues Rocky es una comedia coral y disparatada de ciencia ficción y terror, que expolia y homenajea sin complejos los referentes de esos géneros, tanto los clásicos como la serie B, empezando por los títulos de créditos iniciales, y su fantástica y melancólica oda a los programas dobles de cine fantástico en las salas de antaño.

Hedwig, por su parte, es un drama, con un contexto histórico realista que se centra en la historia del personaje principal y sus tribulaciones a lo largo del tiempo. En Rocky todo es fantástico y divertido, en Hedwig, plausible. Y jodido.

Conclusión: a más problemas, menos imaginación.

¿Quiénes son los personajes centrales de ambas películas, Marisopa?

En un rincón tenemos al Dr. Frank’n’Furter, un dulce travesti del planeta Transexual de la galaxia Transilvania . En el otro rincón, tenemos a Hedwig, un tipo (mal) castrado en un grupo de rock de mala muerte, que ha sido engañado, estafado, mutilado y, en fin, sufrido toda clase de quebrantos a manos de gente sin escrúpulos.

Estas son las triunfales apariciones de ambos personajes en sus respectivas películas. Aparte del incierto género, no hay muchas semejanzas. Hay una diferencia que creo que es fundamental y que da el tono a cada película. Frank está cachondo. Hedwig, cabreado y frustrado.

Conclusión: haz el amor, no la guerra.

El sexo… sáltate el rollo y vamos a lo que importa, Marisopa.

En Rocky hay transexuales, homosexuales, heterosexuales y bisexuales. Al menos. Y no paran de hacer cosas sucias entre ellos en casi cualquier combinación posible. Y lo pasan divinamente; aunque los más recatados intenten resistirse a entregarse al placer y el desenfreno, acaban sucumbiendo y disfrutando.

El dulce travesti protagonista se cepilla a ambos miembros de la pazguata pareja hetero principal, luego ella (fantástica Susan Sarandon) al chulazo frankestiniano, la criatura creada por el doctor alienígena «para aliviar tensiones«. Y todo el asunto acaba con una orgía en una piscina con todos los personajes principales. Desde la aparición de Frank hasta el final es un no parar. Solo paran para cantar (bueno, ni eso). La promiscuidad campa por sus anchas y parece ser tanto un medio como un objetivo en sí mismo.

En Hedwig, hay poco sexo y es casi siempre traumático o, como mínimo, problemático. Desde los presuntos abusos sexuales a manos de su padre cuando era niño, pasando por la relación que tiene de adolescente con un militar que lo empuja al chapucero cambio de sexo, terminando con los problemas que tiene con sus relaciones posteriores. O no quieren ocuparse de «su parte delantera«, evitando la realidad de su confusa y ambigua identidad sexual, o la relación es prácticamente asexual y bastante frustrante. La promiscuidad, aparte de unas pocas referencias sórdidas a la prostitución, casi que ni se contempla. El ideal parece ser una monogamia inalcanzable y, por ello, causa de dolor y frustración.

Conclusión: antes se follaba más y mejor.

Háblanos de la música, Marisopa.

La música, bien, gracias. Cualquiera de las dos bandas sonoras puede ser muy disfrutable por el melómano medio con querencias rockistas. Hay una curiosa diferencia bajo mi punto de vista. Es una impresión completamente subjetiva, así que pueden discrepar todo lo que quieran. Es un derecho constitucional que les ampara, aunque conlleve el costoso precio de estar terriblemente equivocados si discrepan de lo que yo diga.

He aquí la diferencia que veo: las canciones de Rocky son a un tiempo originales y genéricas, mientras que las de Hedwig son facsímiles con personalidad. Los referentes musicales en Rocky son el rock and roll y la música de, ejem, musicales. Los temas funcionan sin llegar a recordar demasiado a ninguna manifestación concreta de los modelos en los que se basa (bueno, cuando canta Meat Loaf, suena a… Meat Loaf, sorpresa). Pero, aunque la escucha es entretenida, en muy raras ocasiones da la sensación de ser algo singular. Aparte de las descacharrantes letras, la música podría servir para cualquier otro musical en el que el rock and roll sea el género predominante.

En Hedwig, por el contrario, las referencias son mucho más concretas. Hasta niveles enfermizos. Todo, en conjunto, toma como referencia el glam-rock y sonidos adyacentes de los 70. Pero fijándose canción por canción, se puede ver que esta la han hecho como si fuera una canción de Bowie, esta otra de Bolan, la de más allá de Elton John, aquella de Lou Reed o de New York Dolls… Vamos, es que si uno escucha esta Wig in a Box y no piensa inmediatamente en Bowie (y es más, en el Hunky Dory de Bowie), es que no ha escuchado a Bowie (y mucho menos el Hunky Dory) en su puta vida de bobo.

Esto, que pudiera parecer una pega, se torna en una ventaja. Debido a la mezcla de respeto/admiración por los modelos originales, con el descaro para abordar la creación de nuevas canciones siguiendo a esos modelos, se consigue crear algo fresco y personal que encaja perfectamente con la película y le confiere una cualidad singular.

Conclusión: esta todo inventado y copiar es un arte.

Y el mensaje, ¿cuál es el mensaje, Marisopa?

En Rocky el mensaje es «Somos raritos, ¿quieres divertirte con nosotros?«. En Hedwig es «La gente es cruel y el mundo horrible, intenta sobrevivir«, premisa que, a pesar de su fatalismo adolescente, aporta algunos momentos de rara belleza, como esta empanada mística de naturaleza bolaniana.

Hedonismo vs. Fatalismo. ¿También signo de sus respectivos tiempos? Muy probablemente. En Rocky confluyen los últimos coletazos del movimiento hippie, con su hirsuto poliamorismo, con la vertiente más oscura de la sexualidad que proponía la Velvet, por ejemplo. En Hedwig estamos en los tiempos del SIDA, tiempos de concienciación, de reivindicación de identidades sexuales alternativas para las que es fundamental mostrar el sufrimiento que el no reconocimiento de tal identidad por la sociedad les genera.

Conclusión: la gente es cruel y el mundo horrible.

Pero todo termina bien, ¿no, Marisopa?

Relativamente. Estamos tan condicionados a que una película tiene que tener un final feliz, que casi cualquier cosa puede colar como tal.

En Rocky los alienígenas transilvanos se van y es posible que la pareja hetero protagonista (fantástica Susan Sarandon) pueda tener la vida previsiblemente aburridísima que anhelaban, aunque hayan perdido la virginidad, la inocencia y hayan quedado sexualmente turulatos. No es que sea un final abierto, es que casi que no es un final. Ninguna de las cuestiones planteadas queda resuelta y no sabemos qué va a ser de ninguno de los personajes. Esto es un hallazgo posmodernista o, más probablemente, que a esas alturas ya se habían fundido el presupuesto en coca y la terminaron de cualquier manera. 

En Hedwig, el final esperanzador consiste en aceptarse a uno mismo y encontrar otros perdedores como tú para compartir las penurias con gente afín (cosas que hacen el resto de la película intrascendente, y convierte la aceptación en resignación, ya que ambas cosas se tenían desde el principio).

Formalmente tiene más pinta de final (ese protagonista caminando lentamente hacia el horizonte), y la pegajosa balada de la escena previa, por la que Elton John hubiese dado toda su colección de sombreros, eleva el ánimo con ese cosquilleo satisfactorio que uno experimenta al sacar la tarjeta para comprar un producto anunciado en la tele que por fin permitirá que todos sepan que uno es un tipo guay. Pero en el fondo, sigue todo igual y no se sabe qué ha pasado ni que pasará.

En este último e irónico juego de espejos, en Rocky se nos exhorta a «no soñarlo, sino serlo«, mientras que en Hedwig la invitación es a imaginarnos en una emisión de radio de medianoche. La realidad y los deseos, cruzándose a través del tiempo. Lo que en el siglo XX parecía posible y realizable si te lo proponías, en el XXI es una reconfortante fantasía de perdedores confesos y confusos.

Supongo que se ha notado por mis comentarios que me simpatiza mucho más el concepto y el tono de Rocky. Es cierto. Me parece mucho más sano aspirar a disfrutar como si no hubiese un mañana y olvidarse de las diferencias, que resignarse a vivir preso de una angustia adolescente permanente, condicionado por un rasgo de la propia identidad. El sexo, como expresión máxima de la vida, debería ser una fiesta y una celebración, no una tragedia que nos impida ser lo que queramos ser.

Y sin embargo, conecto mucho mejor con Hedwig, a pesar de resultarme antipática desde un punto de vista intelectual. Sé que me están tomando el pelo con una tragedia resuelta de manera impostada y falaz, pero empatizo con los personajes de una manera natural. Quiero que ese pobre tipo al que tanto han jodido salga adelante  y encuentre su camino más que cualquier otra cosa durante el rato que dura la peli. A los payasos de Rocky me importa un huevo lo que les suceda, me son completamente ajenos.

A pesar de mi naturaleza de viejo gruñón y mi nostalgia por tiempos que no he vivido, no puedo evitar ser hijo de mi tiempo.

Conclusión: el artículo ha terminado. Susan Sarandon, fantástica.

8 comentarios en «25 años de musicales gay/trans: de The Rocky Horror a The Angry Inch»

  1. Esto me recuerda que ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que vi rocky picture show. Hedwig no la conocía, así que gracias por el descubrimiento.
    Y fantástico el análisis. Tanto como la sarandon en la peli.

  2. Pues le diré que me decanto por «RockyHorror…», por la fiesta, que es como deberían ser todas las fiestas sin importar un carallo el mañana. Con «Hedwig» tengo una especie de resistencia perenne a verla. Sólo he podido ver fragmentos sueltos. No es por nada, sino porque no me apetece nunca ver una película que ya se me vende como malrrollera, esto es así. Curiosamente a mi señora (y a una ex tb) les flipaba «Hedwig», pero a mí es que hasta la banda sonora me parece del montón, quizás por ese cúmulo de clichés que comenta usted. Musicalmente «Rocky Horror» es top, si se escucha sin pretender que sea algo más que puro entretenimiento.

    1. Claro que está muy bien la banda sonora de Rocky Horror, faltaría más. A mí me parece netamente superior la de Hedwig por las razones que he comentado, pero al final es cuestión de gustos y lo que le hace cosquillitas a cada uno no tiene por qué ser lo mismo. A mí me parece que un poker de ases como el de las canciones que he puesto (Tear Me Down, Origin of Love, Wig in a Box y Midnight Radio), es muy difícil de encontrar no solo en una banda sonora, sino en un disco sin más.

  3. Yo a la pulgada mosqueada la vi una vez y casi no la recuerdo, me pasó bastante desapercibida. En cambio, la de Rocky la tengo en el altar de pelis favoritas. Es curioso que no recuerdo (aunque me extraña que no haya pasado) haber visto nunca a ningún grupo tocando una versión de una canción de la peli, cosa que sí me pasó con la de Angry Inch. Por cierto, totalmente de acuerdo con el siguiente párrafo, que me hubiese encantado haberlo escrito a mi, aunque me hubiese costado siete folios a doble espacio transmitir el mismo mensaje:

    Las películas, especialmente las de género o serie B, generalmente desprovistas de tentaciones trascendentes o atemporales, son magníficos fósiles sociológicos y se puede descubrir más sobre la sociedad en la que fueron creadas, que leyendo los periódicos de la época.

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