Autor: Mario Marisopa
Artista diletante profesional: de la literatura a los videojuegos pasando por la música o el cine, no hay arte a la que no haya ofendido.
El género de terror es bastante posible que sea tan antiguo como la humanidad. En un principio ligado al misticismo y la religión –los libros sagrados de la mayor parte de ellas son algo bastante cercano al moderno gore–, con el tiempo y el progreso de la civilización se tornó en manifestación secular propia de cada cultura. Como humanos, gustamos y necesitamos de ese tipo de historias violentas, con o sin elementos sobrenaturales. Terapia psicológica y entretenimiento, todo en uno.
Dos fechas: 1975 y 2001. Y una tercera de regalo, que estamos que lo tiramos: 2021. En la primera se estrenó The Rocky Horror Picture Show, en la segunda, Hedwig and The Angry Inch, probablemente los dos musicales de culto más exitosos de temática gay/trans. La tercera, evidentemente, corresponde a la publicación de estas líneas. Constato, no sin horror, que ha pasado casi tanto tiempo desde la segunda hasta la tercera, como de la primera a la segunda. Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus. Y yo con estos pelos.
En la música, la voz –cuando está presente– es el punto focal de atención. Dado que hemos evolucionado como especie para que una persona sea lo más relevante del entorno para nosotros, no es extraño que así sea. Los intentos para tratar la voz humana como un instrumento con la misma o menor importancia que otros sonidos, han sido escasos, poco trabajados y no demasiado exitosos; más fruto de carencias a disimular, que de un intento serio de establecer un nuevo paradigma.
Lo interesante de los experimentos son los resultados, no el experimento en sí. Usualmente en el terreno artístico se tiende a sobrevalorar lo experimental al margen de lo que depare por el simple hecho de intentar expandir las fronteras de lo hecho hasta el momento. Pero si los hallazgos del experimento no tienen valor por sí mismos, es difícil de justificar la valía de dicho experimento, por mucho que se haya adentrado en territorios inexplorados. Resultados, queremos resultados.
Se ha hablado innumerables veces sobre mezclas de estilos, lo que pueden dar de sí, sus ventajas e inconvenientes. Esto es, sobre la sustancia y la forma de la música. Sin embargo, en raras ocasiones nos paramos a pensar que hay algo que precede a la propia música. Ese algo previo a la música y que se puede pasar por alto es, por supuesto, los propios músicos, cada uno con su personalidad, sus gustos y sus intenciones. Y aquí también hay que prestar atención a las mezclas y combinaciones, a la química que rige la combinatoria de los individuos.