Sexo, cocina y cintas de video: La cuarta pared

Papeando

23/12/2020
Mañana empiezan las Navidades. Qué pocas ganas… Tengo que reconocer que este año no me apetece nada celebrarlas. El crio ya pasa de nosotros, normal, va creciendo y con quince años tiene otros intereses que pasar las Navidades en familia. A Mar que este año la veo muy distante, no sé qué le pasa conmigo pero creo que me guarda rencor por algo que le he debido hacer y no sé qué será. En fin, sea lo que sea es peor porque según pasan los días cada vez se aleja más de mí y si le pregunto se ofende más al ver que no me doy cuenta.

Otro motivo por el que tengo que reconocer que si hay un motivo por el que este año no me apetezca celebrar las Navidades es porque este año viene mi primo Antonio a comer pasado mañana. Se pasará la noche escrutándome con la mirada, sin decir mucho, pero yo sé que me juzgará, siempre lo hace aunque no le haga falta decirlo con palabras y no va a descansar ni siquiera el día que celebraremos el día que nació Jesús. Me tiene cruzado.

Otros años venían a casa mis suegros pero primero murió el padre de Mar y luego llegó el alzhéimer de mi suegra que cada vez está peor. Este año, gracias al asunto de la pandemia, he convencido a Mar de que es mejor que se quede en la residencia, que va a estar más protegida que en casa y a nosotros nos deja más tranquilos.

Así que este año seguimos siendo cuatro pero hemos cambiado a mi suegra por Antonio, no sé qué será peor. Hace justo ahora un año que lo dejó su mujer y Mar se empeñó en invitarle a cenar mañana. Él al principio se negaba pero ella insistió tanto que acabó accediendo a venir a comer el día de Navidad.

The Hustler (Robert Rossen, 1961)
The Hustler (Robert Rossen, 1961)

La verdad que mi primo y yo nunca hemos estado muy unidos. Mismamente, creo que hasta ahora no he escrito mucho sobre él por aquí, y mira que me viene bien plasmar estas cosas que me pasan en la vida en este diario, es como una terapia, por eso lo hago. Yo creo de alguna manera si no lo he hecho es porque no le he querido meter en el territorio personal de mi vida, en mi núcleo duro familiar. Para mí siempre ha sido un poco molesto tratar con él, nunca nos hemos llevado bien del todo aunque sí que es verdad que no puedo decir que nunca me ha hecho nada y desde que lo dejó Sara me he acercado bastante a él, en parte espoleado por Mar, que ha insistido mucho. Ella también se le ha acercado bastante y eso que no tienen nada en común. Pobre, las ha pasado canutas.

Tengo que reconocer que cuando Sara se fue, de mano, yo me regodeé un poco. Antonio es muy poquita cosa y Sara es una mujer de bandera. Alta, salada, muy segura de sí misma, sonriente y con unos ojos castaños que cuando te miran te atraviesan. A mi Sara siempre me gustó un poco y a mi primo le tenía un poco de celos. Es por eso por lo que ni siquiera fuimos a la boda y no por aquella excusa vaga de que yo tenía que atender el negocio, que no lo podía dejar porque tenía mucha gente de baja.

Antonio es muy alto y muy pálido. Tiene un pelo negro y liso que ahora empieza a ralear. Encima está tan delgado que todo lo que lleva le queda grande. Por si fuera poco, siempre va vestido de negro. Vaya mal gusto que tiene. La primera vez que lo vi pensé que estaba enfermo. Y eso que de aquella todavía no tenía el mal aspecto que tiene ahora. En fin, que no, que no sé qué le vio Sara.

Cuando conocí a Antonio, él debía tener dieciséis años porque recuerdo que era mi segundo año de carrera y yo le saco tres. Su padre era profesor y había sacado plaza en Madrid que es donde ejerció y donde Antonio se crio. Yo creo que esos aires de superioridad los trajo de allí, somos de provincias y él lo sabe. Por algún motivo que nunca supe, sus padres y los míos nunca se llevaron y su familia solo volvió para visitas de Pascuas a Ramos. 

Les Vacances de M. Hulot (Jacques Tati, 1953)
Les Vacances de M. Hulot (Jacques Tati, 1953)

¿Por dónde iba? ¡Ah! Que el viernes vendrá Antonio a comer a casa. En el fondo prefiero que siga un poco jodido porque parece que el hecho de que Sara se haya ido le ha valido para que se le bajen un poco los humos. Siempre que me habla lo hace muy despacio y bajito, como si no quisiese molestar pero yo le noto un tono de condescendencia que me pone enfermo. No soporto a la gente que habla bajito. Igualmente, creo que he hablado más con él este año que los últimos seis o siete que vivió con Sara. Hasta ahora, nuestra relación se mantenía en pie únicamente porque él es el padrino de Javi y se aprecian mucho el uno al otro. A ver, que eso está bien pero llega un punto que es molesto, es que Javi últimamente parece que lo idolatra. Yo no sé de dónde ha sacado a esos valores y esos gustos pero mejor miraba un poco más para su padre que para su tío, que míralo a uno y míralo al otro. Pero claro, Antonio es un raro de cojones y yo no. Además, los críos a esta edad son muy influenciables y siempre van a preferir a un tipo de apariencia rebelde que a mí, un padre de familia.

Yo soy una persona normal. Vamos, lo que se dice un señor de la cabeza a los pies. Bueno, si es que se puede decir en estos tiempos de corrección política en los que ya ni siquiera puede uno estar orgulloso de ser varón, cristiano y español. A ver, tengo mis pequeñas contradicciones como todo el mundo. Por ejemplo, reconozco que debería ir un poco más a misa de lo que voy, pero ya sabes, el niño, las comidas familiares, el futbol, el trabajo… El tiempo pasa y cuando te das cuenta llevas dos meses sin pasar por una iglesia. Eso es algo que tengo que cambiar pero en cualquier caso, yo a Dios lo llevo dentro.

Mi familia, al igual que yo, provenimos todos de una familia tradicional. Nuestros padres se deslomaron a trabajar para poder conservar unos ahorrillos que a su vez heredaron de los suyos y poder nosotros llevar una vida más o menos desahogada. Sí, llegamos a fin de mes sin tener que mirar la cuenta corriente pero tampoco andamos bebiendo champagne en cada comida. ¡Ya quisiera yo!

Me imagino que al igual que yo pienso que pertenezco a una familia normal, cada uno lo pensará lo mismo de la suya, pero no nos engañemos. Yo soy hijo de un padre y una madre, una familia de verdad, de las de siempre. Tenemos nuestros pequeños vicios pero expiamos nuestros pecados y cuando nos llaman de Caritas ahí estamos dando la cara. Hasta Javi colabora con el Domund todos los años. En mi familia somos todos así. Bueno, todos no, casi todos. En todos los cestos de manzanas siempre hay alguna que sale pocha y en la mía esa manzana es Antonio.

It's a Wonderful Life (Frank Capra, 1946)
It’s a Wonderful Life (Frank Capra, 1946)

Antonio no cree. ¡Y mira que tendrá motivos! Nunca le faltó de nada y sin embargo se vanagloria de su escepticismo, como si la Iglesia estuviese en su contra. Él se siente cómodo con su impiedad, o al menos así lo dice siempre que tiene oportunidad.  Que Dios le perdone, yo sé que algún día recapacitará y ese día llegará según se acerque a su vejez, como a todo el mundo. Y Antonio no es ningún niño ya, no, anda más cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Reconozco que de momento no tiene pinta de que llegue ese día y si va a llegar pronto, lo oculta con disimulo, pero yo sé que llegará. Tiempo al tiempo.

Sin embargo mi primo Antonio el descreído, que no acepta que nuestro Señor creó este mundo, sí que cree otras teorías totalmente inverosímiles y que nadie en su sano juicio se atrevería a refrendar. Ojo, que no quiero decir que mi primo esté loco, no, siempre fue muy rarito y le gusta hacer cosas raras como votar a partidos políticos que sabe que nunca van a ganar, coleccionar cosas inútiles o pasarse la noche viendo películas anticuadas de esas en blanco y negro, de las que se ven para presumir y hacerte el especial.

En fin, pues mi primo Antonio dice, y lo dice muy serio y cuando lo hace te mira fijamente y entrecierra sus ojos como si así le diese una pátina de realidad, que en algunas películas, hay personajes que trascienden y que en algún lugar (nunca sabe decirme dónde cuando le pregunto) siguen existiendo pasados los años. A ver, a mí estas cosas me cuestan y no me explico bien, que yo estudié industriales para trabajar en la fábrica de mi padre y esto de juntar palabras no es lo mío; lo que mi primo Antonio dice, es que esos personajes realmente existen de verdad. Dice que es una cosa muy poco común y que con los años va documentando más casos, que no conoce muchos pero que de los que ha descubierto no hay ninguno en los que albergue duda alguna. Él dice que hay veces que cuando una película está hecha de una manera excepcionalmente brillante, hay una chispa que salta y que les da vida a esos personajes para que en algún lugar continúen su vida más allá de la pantalla. Él lo llama romper la cuarta pared.

La primera vez que según mi primo puedo documentar un caso, fue tras ver una vieja película de Charlot, “Luces de la ciudad” aunque él prefiere llamarla City Lights. Yo no la he visto porque vista una de Charlot vistas todas, lo mismo que con Woody Allen o con Almodóvar, son todas iguales pero en realidad, da igual haberla visto que no porque me la ha contado muchas veces, casi tantas como mi primo Antonio dice haber visto la película, más de veinte según él. La trama es una cosa muy nimia y poco interesante:

Un vagabundo que pasa de trabajar, conoce a una vendedora de flores ambulante ciega y por un malentendido piensa que él es un hombre adinerado. Se enamoran pero como nadie vive del aire, él roba un montón de dinero para pagarle a ella una moderna operación que cure su ceguera. Antes de la operación, él es encarcelado sin que se entere la vendedora. A la salida de su paso por prisión, Charlot, que va caminando por la calle, sin oficio ni beneficio, se detiene ante el escaparate de una floristería y la ve trabajando en el interior. Él se queda observándola feliz y embelesado al darse cuenta que ella ha recuperado la vista. Ella, que ignora que él es su benefactor, se ríe de que un pobre vagabundo ose a fijarse en ella con tanto descaro. A él parece darle igual. En el último segundo ella, al tocarle la mano descubre su verdadera identidad y se queda helada.

City Lights (Charles Chaplin, 1931)
City Lights (Charles Chaplin, 1931)

En fin, mi primo es así y hay que quererlo como a cualquier hijo de Dios. Podría estar dándole uso a su vida pero prefiere perder el tiempo viendo una y otra vez esa antigualla. Él dice que cada vez que ve la película, cuando está a punto de acabar, se acerca mucho a la pantalla y escudriña detenidamente cada gesto, cada mirada, cada fotograma, esperando averiguar si la violetera, una vez conocedora de la realidad, le devolverá el mismo amor incondicional que Charlot le profesaba o si sin embargo preferirá no saber nada de él ahora que sabe que es un don nadie. Mi primo dice que no es que lo crea, sino que está seguro que hay algún sitio en el mundo donde ahora mismo está Charlot con la violetera, si es que ella le quiso sabiéndole pobre, y que estarán escuchando juntos la radio o dando un paseo al atardecer. Y sino, si ella lo rechazó, él seguirá caminando sin rumbo calle arriba con sus extraños andares y vestido con ropa andrajosa pero feliz y disfrutando de los pequeños placeres de la vida como aquella vez, hace ahora noventa años, en que una violetera ciega le quiso y él la quiso a ella.

Mi primo Antonio llama a esto personajes legendarios. Dice que también lo es un tal George Bailey y que todas las navidades de los últimos cincuenta años el bueno de George las ha pasado con su familia comiendo, bebiendo y cantando junto al piano. Dice también que un hombre llamado monsieur Hulot sigue yendo de vacaciones por la costa francesa cada verano y que se pasea en bicicleta con su extraño atuendo en forma de gabardina, pipa, paraguas y sombrero de ala corta. También cuenta mi primo que cuando entra en un tugurio y ve un billar siempre mira alrededor porque sabe que en algún sitio estará Eddie Felson sacándole los cuartos a un joven incauto mientras bebe JTS Brown sin hielo y sin vaso. Mi primo, no le hagas mucho caso que está un poco chalado pero en el fondo no es mal tío, dice que cuando va a la playa busca un joven llamado Antoine Doinel. Cree que en algún sitio estará acercándose al mar, metiendo las piernas en el agua con la ropa puesta y que después se dará la vuelta y te mirará fijamente. Dice mi primo que si te lo encuentras que te fijes bien, porque si lo sabes apreciar, te darás cuenta que sus ojos son los mismos que los de François Truffaut, sea quien sea ese señor. Que eso es romper la cuarta pared y que los personajes legendarios la han hecho tan fina como las paredes de una casa japonesa y que ellos ayudan a romperla una y otra vez, lo sepa el director o no.

Les quatre cents coups (François Truffaut, 1959)
Les quatre cents coups (François Truffaut, 1959)
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10 comentarios en «Sexo, cocina y cintas de video: La cuarta pared»

  1. relato de los que no puedes dejar de leer hasta el final. y muy atinada la descripción de la familia católica hispana de fin del siglo anterior, olía a rancio mientras lo leía. mis dieses.

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